La nieta del señor Linh (fragmento)Philippe Claudel
La nieta del señor Linh (fragmento)

"En el dormitorio nada ha cambiado. Las dos familias siguen allí. Los hombres se pasan el día y parte de la noche jugando a las cartas o al mah jong, parloteando, riendo, insultándose y reconciliándose, a veces tomando vasitos de aguardiente de arroz hasta emborracharse.
Los niños mayores han empezado a ir a la escuela, de la que cada día vuelven con más palabras de la lengua de su nuevo país. Los pequeños las aprenden de ellos. Las tres mujeres se ocupan de la comida y la colada. Cada día el señor Linh sigue encontrando su cuenco junto al colchón. Da las gracias inclinando la cabeza. Ya nadie le presta atención ni le dirige la palabra, pero a él le da igual. No está solo. Tiene a Sang Diu. Y a su amigo el hombre gordo. Un día, éste lo lleva al mar. Es la primera vez que el anciano ve el mar desde su llegada, meses atrás. El hombre gordo lo ha llevado al puerto, pero no al sitio en que desembarcó, aquel gigantesco muelle lleno de grúas, de cargamentos descargados, de camiones aparcados, de almacenes con las puertas abiertas de par en par, sino a un lugar más tranquilo que describe una curva en la que el agua y los barcos de pesca componen un cuadro lleno de colorido.
Los dos amigos dan un paseo por el muelle y luego se sientan en un banco frente al mar. El invierno toca a su fin. El sol calienta con más fuerza. Cientos de pájaros se arremolinan en el cielo y de vez en cuando se precipitan sobre las aguas del puerto, de las que vuelven a elevarse con el destello plateado de un pez en el pico. En los barcos fondeados, los pescadores remiendan las redes. Algunos silban. Otros hablan fuerte, se llaman, ríen. Es un sitio muy agradable. El señor Linh respira. Respira hondo, con los ojos cerrados. Sí, no se equivocaba. Allí hay olores, olores de verdad, a sal, a aire, a pescado seco, a brea, algas y agua. ¡Qué bien huele! Es la primera vez que aquel país huele realmente a algo, que tiene un olor. Un olor que lo embriaga. En lo más profundo de su corazón, el señor Linh agradece a su amigo que le haya enseñado aquel sitio.
El anciano le quita un poco de ropa a su nieta. Luego la coloca entre el señor Bark y él. Sentada. Ella abre los ojos. Sus ojos miran el mar, la inmensa extensión de agua. El anciano también lo contempla. Vuelve a verse en el barco y, de pronto, un tropel de imágenes terribles, odiosas y magníficas se agolpa en su cabeza. Son como puñetazos que le llueven encima y le golpean el corazón, el alma, el estómago, todo el cuerpo. Sí, al otro lado del mar, lejos, muy lejos, a días y días de distancia, todo eso existe. Todo eso existió. "



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