1948 | 75 años Impasse des deux anges Impasse des deux anges D: Maurice Tourneur M: Yves Baudrier |
Otros Films: 1913 SOEURETTE 1917 THE WHIP 1918 PRUNELLA 1920 EL ULTIMO MOHICANO 1920 LA ISLA DEL TESORO 1923 LA SILA DE LOS BARCOS PERDIDOS 1924 LA MUJER QUE SUPO RESISTIR 1925 LA TRISTE AVENTURA 1926 ALOMA DEL MAR DEL SUR 1929 LA NAVE DE LOS PERDIDOS 1933 LE VOLEUR 1933 LAS DOS HUERFANITAS 1933 EL HOMBRE MISTERIOSO 1935 JUSTIN DE MARSEILLE 1936 AVEC LE SOURIRE 1936 SAMSON 1938 KATIA 1938 LA PATRIOTE 1940 VOLPONE 1941 PECHES DE JEUNESSE 1942 MAM'ZELLE BONAPARTE 1942 LA MANO DEL DIABLO 1943 LE VAL D'ENFER 1944 CECILE ETS MORTE! 1948 APRES L'AMOUR Biografía: Director de cine francés, nacido en París. Discípulo aventajado de Auguste Rodin y Puvis de Chavannes, con apenas dieciocho años se convirtió en uno de los más prometedores ilustradores y diseñadores gráficos del inquieto París que empezaba a ser el foco cultural europeo por excelencia. Su desmedido interés por el teatro le llevaría muy tempranamente, sin embargo, al abandono de esas actividades para centrarse en una prometedora carrera interpretativa. Como resultado de todo ello, en 1912 fundó la productora cinematográfica Eclair. Su encuentro con la actriz Mary Pickford en The Pride of the Clan y La pobre rica (ambas de 1917) resultó determinante: al éxito económico de estas películas se unió la admiración popular por su elegante mezcla de elementos escénicos vanguardistas y novedosos efectos cinematográficos. En los dos años siguientes, llegó al máximo de su fama como director gracias a cinco títulos consecutivos entre los que destacaron la adaptación de la obra de Maurice Maeterlinck, The Blue Bird, la epopeya histórica Woman -una peculiar síntesis del relevante papel jugado por la mujer a lo largo de los siglos, desde el Paraíso Terrenal hasta la Guerra de Secesión norteamericana- o el triste melodrama Sporting Life. Convertido en uno de los principales directores del momento, Maurice Tourneur se asoció a Thomas Ince para crear Associated Producers y dirigir su auténtica obra maestra, la adaptación de El último Mohicano (1920). Este ágil largometraje de aventuras, pletórico de ritmo y narrado con indudable eficacia, le asentó en el firmamento cinematográfico mundial hasta el extremo de que las más poderosas compañías de producción empezaron a disputarse sus servicios: con Paramount había rodado Victory (1919) según una novela de Joseph Conrad; en Universal tuvo oportunidad de trabajar junto a Lon Chaney en La isla del tesoro y Mientras París duerme (ambas de 1920); y la Metro Goldwyn Mayer le ofreció un importante contrato por varios años que finalizaría de manera tormentosa en 1927 con el rodaje de La isla misteriosa. Las numerosas interferencias desde las altas esferas de la empresa, que cada vez confiaba menos en el éxito económico de los filmes de aventuras dirigidos por Tourneur (pese al indudable rendimiento en las taquillas de títulos como Lorna Doone, 1922; La isla de los barcos perdidos, 1923; o La triste aventura, 1925), provocaron su inmediato retorno a Europa. Quedaba roto también de este modo el magnífico equipo técnico habitual en su filmografía estadounidense, compuesto por el director de fotografía John van der Broek, el director artístico Ben Carré y el montador Clarence Brown, que casi inmediatamente daría el salto a la dirección convirtiéndose en el realizador que más partido supo extraerle a Greta Garbo. Recibido en Francia como una especie de hijo pródigo, su estilo visual pictorialista y la sofisticación de sus planteamientos acabaron llevándole a un incómodo territorio fronterizo entre el cineasta para intelectuales y el artesano eficaz para el gran público. Con todo, supo mantener a flote su prestigio como adaptador de relatos llenos de aventura, poniéndolo al servicio de producciones de ambientación histórica como Katia (1938), Volpone (1940) o Mam'zelle Bonaparte (1942). La mano del diablo (1942), según la obra de Gerard de Nerval, supuso el retorno a sus mejores tiempos: público y crítica parecieron conciliar entonces sus posiciones otorgándole el éxito necesario para que su carrera como director tuviera continuidad hasta la definitiva clausura seis años después. Su hijo, Jacques Tourneur, heredaría como montador y director el testigo dejado por un cineasta que supo integrar como pocos en el cine los principales avances vividos en el teatro y la pintura. © L.F.C. |