El paradigma perdido de la naturaleza humana (fragmento)Edgar Morin
El paradigma perdido de la naturaleza humana (fragmento)

"La caza es el gran continuum en una evolución que ha visto sucederse discontinuamente unas especies a otras, desde el homínido de pequeño cráneo hasta el sapiens de gran cerebro.
La caza debe ser considerada como un fenómeno humano total, pues no sólo actualizará y exaltará las aptitudes débilmente utilizadas y suscitará otras nuevas, no sólo se limitará a transformar la relación entre el hombre y su medio ambiente, sino que transformará la relación de hombre a hombre, de hombre a mujer, de adulto a joven. Más aún, su propio desarrollo, correlativamente a las transformaciones operadas, acabará transformando al individuo, a la sociedad, a la especie. Pisamos por fin el sólido terreno del transformismo antropológico, desdeñado, mal conocido o rechazado, tanto por el biologismo como por el antropologismo, que ha emergido a la luz del día durante estos últimos años gracias a las obras pioneras de investigadores marginales.
La caza en la sabana da habilidad y capacita al homínido, convirtiéndole en un ser capaz de interpretar un gran número de ambiguos y tenues estímulos sensoriales. Tales estímulos se convierten en señales, indicios, mensajes, y aquel que sólo era capaz de reconocer ya puede conocer. Pone frente a frente la inteligencia con lo más hábil y astuto que existe en la naturaleza, la lucha entre la presa y el depredador, con sus disimulos, maniobras y equivocaciones mutuas. Le obliga a encontrarse frente a y competir con lo más peligroso que existe: el gran carnívoro. Estimula sus aptitudes estratégicas: atención, tenacidad, combatividad, audacia, astucia, señuelo, trampa, acecho.
Sin duda alguna la larga aventura tiene sus orígenes en las depredaciones menores y esporádicas realizadas por los monos superiores omnívoros. Posteriormente, desde los primeros homínidos hasta llegar a homo sapiens, la práctica de la caza se convierte progresivamente en algo más básico, más organizado, más organizador. Pasa de la caza de pequeñas piezas a la caza media, de la caza furtiva y temerosa a la caza con lucha y con peligro, de la búsqueda de presas al azar a la búsqueda orientada según indicios, de la simple detección al rastreo perseverante, de la táctica improvisada a la estrategia experimentada, de las precauciones y los ardides a la ingeniosidad de la trampa y de la emboscada, de las armas groseras y polivalentes a las armas delicadas y especializadas.
La caza intensifica y da complejidad a la dialéctica pie-mano-cerebro-herramienta, que a su vez intensifica y hace compleja a la caza. Esta dialéctica entraña el desarrollo técnico que afina y diversifica el arma y la herramienta, a la vez que introduce mejoras en el acondicionamiento de los refugios. Entre 700 u 800.000 años antes de nuestra era empieza a utilizarse el fuego. El fuego no debe concebirse exclusivamente como una innovación que acrecienta el savoir-faire y hace posible la utilización técnica de materiales leñosos. Se trata en realidad de una adquisición de alcance multidimensional. La predigestión externa de los alimentos pasados por el fuego aligera el trabajo del aparato digestivo; a diferencia del carnívoro que se sume en un pesado sueño digestivo después de devorar a su presa, el homínido, dueño del fuego, tiene la posibilidad de hallarse activo y alerta después de haber comido; el fuego libera la vigilia y lo propio hace con el sueño, pues da seguridad tanto a la expedición nocturna de cazadores como a las mujeres y niños que han quedado en el refugio sedentario; el fuego crea el hogar, lugar de protección y refugio; el fuego permite al hombre dormir profundamente, a diferencia de los demás animales que deben descansar siempre en un estado de alerta. Quizá el fuego haya incluso favorecido el incremento y la libertad de los sueños...
Por otro lado, la cocción favorece nuevas mutaciones hominizantes que tienden a reducir la mandíbula y la dentición, así como a liberar la caja craneana de parte de sus tareas mecánicas, con lo cual se favorece el crecimiento del volumen del cerebro. También completa y amplifica la dialéctica mano-herramienta que favorece el desarrollo cerebral, tanto en el plano filogenético como en el de la praxis fenoménica. Finalmente, el desarrollo de la caza y sus consecuencias desempeñan un papel transformador de primer orden en el terreno social, pues caminan al unísono con una sociogénesis que disocia el modelo social creado por el homínido del que caracteriza a las sociedades de los primates más avanzados y constituye un nuevo tipo de sociedad a la que a partir de ahora llamaremos paleosociedad. "



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