El destino del hombre (fragmento)Johann Gottlieb Fichte
El destino del hombre (fragmento)

"Yo: No puedo saber más. Yo no puedo pensar algo fuera de mi pensamiento; pues, si lo pensara, se trataría también de mi pensamiento y quedaría dentro del ámbito de sus leyes ineludibles.
El Espíritu: Mediante este pensamiento surge ahora para ti una conexión entre tu estado, que sientes, y el espacio, que intuyes. Tú, con el pensamiento, sitúas la causa del primero en el segundo. ¿O no es así?
Yo: Sí, así es. Has demostrado claramente que la conexión entre ambos en mi conciencia la produzco yo mediante mi pensamiento, y que tal conexión no se siente ni se intuye. De una conexión fuera de mi conciencia no puedo hablar, ni tampoco representarla de ningún modo; pues, precisamente al hablar de ella, tendría ya conocimiento de ella y, dado que esa conciencia sólo puede ser pensamiento, la estaría ya pensando; por tanto, esa es exactamente la misma conexión que se da en mi conciencia natural ordinaria, y no otra. Yo jamás he sobrepasado esa conciencia un ápice, lo cual sería tan irrealizable como saltar por encima de mí mismo. Todos los intentos de pensar esta conexión en sí -una cosa en sí que conecta con el yo en sí- no son sino ignorancia de nuestro propio pensamiento, un olvido muy singular de que no podemos tener un solo pensamiento ¡justamente sin pensarlo! La cosa en sí es un pensamiento, un pensamiento magnífico, pero que nadie admite haber pensado.
El Espíritu: ¿De ti, por tanto, no debo temer ninguna objeción al establecimiento de este principio: la conciencia de una cosa fuera de nosotros no es absolutamente nada más que el producto de nuestra propia imaginación, y acerca de la cosa no sabemos nada más sino lo que precisamente sabemos, lo que mediante nuestra conciencia establecemos, lo que -dado que tenemos conciencia y, además, una conciencia determinada de cierto modo y sujeta a ciertas leyes- producimos?
Yo: No puedo objetar nada; así es.
El Espíritu: ¿Ninguna objeción contra una formulación más audaz del mismo principio, a saber: nosotros, en eso que llamamos conocimiento y contemplación de las cosas, siempre y en todos los casos nos conocemos y contemplamos únicamente a nosotros mismos, y en nuestra entera conciencia no sabemos absolutamente de nada más que de nosotros mismos y de nuestras propias determinaciones?
Yo afirmo lo siguiente: tampoco contra eso podrás objetar nada; pues si efectivamente lo exterior-a-nosotros en general sólo surge en nosotros a través de la conciencia, entonces también lo particular y múltiple de ese mundo exterior no puede surgir por otra vía; y si la conexión de este exterior-a-nosotros con nosotros es sólo una conexión en nuestros pensamientos, entonces la conexión de los múltiples entre sí no ha de ser otra. Esas leyes según las cuales para ti una multiplicidad de objetos -que no obstante se conectan entre sí, se determinan mutuamente con necesidad férrea y construyen de ese modo un sistema del mundo como tan acertadamente has descrito-, esas leyes yo podría mostrártelas en tu propio pensamiento, y tan claramente como acabo de mostrarte cómo surge un objeto en general y la conexión de tal objeto contigo; pero me abstengo de hacerlo, porque creo que debes admitir el resultado -lo único que me interesa- sin necesidad de hacerlo.
Yo: Entiendo todo; y lo admito.
El Espíritu: Pues con esta comprensión, ser mortal, quedas libre y salvado para siempre del temor que te humillaba y angustiaba. Ya nunca más temblarás ante una necesidad que tan sólo se da en tu pensamiento; ya nunca más tendrás miedo de verte subyugado por cosas que son tus propias fabricaciones; ya nunca más te considerarás tú, el que piensa, en la misma categoría que lo pensado, que de ti procede. En tanto pudiste creer que un orden de cosas como el que te representabas existía fuera e independientemente de ti, y que tú no eras más que un engranaje de ese orden, tal temor estuvo justificado. Ahora, una vez que has comprendido que todo eso sólo se da en ti mismo y por ti mismo, no volverás a tener miedo de lo que has reconocido como creación tuya.
Yo sólo quería libertarte de este temor. Salvado estás, y ahora quedas abandonado a ti mismo. "



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