Una abeja en la lluvia (fragmento) "A cada bandazo, Álvaro Silvestre, caía sobre la mujer, que sentía el desagradable peso sobre sí, mientras acurrucada en un rincón trataba de esquivarlo, mirando al áureo hombre bajo la pertinaz llovizna. Primero, la fuente del recuerdo brotó débilmente, en el distante arcano de la infancia; seguidamente, el agua mansa enturbiada por el largo camino del tiempo y lo detritos concitados desde los márgenes y en el instante presente la oscura y desesperada tiniebla. El infortunio se adueñó del lar de Alva: el dinero, la tierra, los muebles fueron asolados por el torbellino. Las arañas de los techos fueron quebradas, dejando tras de sí una mortecina luz; los bellos y añejos cobres de pesada y olorosa madera, las cortinas, las elegantes sillas forradas de damasco, los armarios tallados, los finos aparadores de cristal, desaparecieron por completo. También se desvanecieron los cuadros colgados en las paredes, los argénteos cubiertos y arrancó las joyas que la dueña de la casa llevaba al cuello, los anillos de los dedos, las escopetas, galgos, caballos y otras reliquias de antiguos tiempos como una daga engarzada en diamantes. Al cumplir los dieciocho años, su padre, un noble Pessoa, Alva y Sancho, emparentado con los bélicos Elvas y el obispo misionero de Cochim, había convenido su casamiento con uno de los Silvestres do Montouro, a la sazón labradores y comerciantes: sangre por dinero (ésa era la franqueza de un hombre sin otra alternativa posible); así era y el padre de Álvaro Silvestre estuvo de acuerdo al comprar de esa forma su noble abolengo. " epdlp.com |