Diario de duelo (fragmento)Roland Barthes
Diario de duelo (fragmento)

"La verdad del duelo es muy simple: ahora que mamá está muerta, estoy orillado sin salida a la muerte (nada me separa de ella sino el tiempo).
En qué mamá está presente en todo lo que yo he escrito: en que hay por todas partes una idea del Bien Soberano.
No es soledad lo que necesito, es anonimato (de trabajo).
Transformo «Trabajo» en el sentido analítico (Trabajo de Duelo, de Sueño) en «Trabajo» real —de escritura. Pues:
el «Trabajo» por el cual (dicen) se sale de las grandes crisis (amor, duelo) no debe ser liquidado apresuradamente; para mí solo está cumplido en y por la escritura.
Cada sujeto (eso es lo que aparece cada vez más) actúa (se desenvuelve) para ser reconocido.
Para mí, en este punto de mi vida (en que mamá está muerta) yo era reconocido (por los libros). Pero cosa extraña —¿tal vez falsa?—, tengo el sentimiento oscuro de que, como ella ya no está, me es preciso hacerme reconocer de nuevo. No es tal vez haciendo cualquier libro más: la idea de continuar como en el pasado yendo de libro en libro, de curso en curso me ha sido de inmediato mortífera (veía eso hasta mi muerte).
(De ahí mis actuales esfuerzos por renunciar.)
Antes de retomar con sabiduría y estoicismo, el curso (por lo demás, no previsto) de la obra, me es necesario (bien lo siento así) hacer ese libro alrededor de mamá.
En un sentido, también, es como si me fuera necesario hacer reconocer a mamá. Este es el tema del «monumento»; pero:
Para mí, el Monumento no es lo durable, lo eterno (mi doctrina es demasiado profundamente la de Todo pasa: las tumbas también mueren), es un acto, un activo que hace reconocer.
Mamá: como algo de Cézanne (las acuarelas del final). El azul Cézanne.
Por amor, FW está devastado, sufre, queda postrado, forzado, ausente de todo, etc. No obstante no ha perdido a nadie, el ser que ama vive, etc. Y yo, junto a él, yo que lo escucho, tengo el aire sereno, atento, presente, como si algo infinitamente más grave no me hubiese sucedido.
Esta mañana, luego de haber atravesado la iglesia de Saint-Sulpice, cuya simple vastedad arquitectónica me encanta: ser en la arquitectura. Me siento un segundo; especie de «plegaria» instintiva: que salga bien el libro Photo-Mamá. Y luego advierto que siempre estoy por pedir, por querer algo, siempre jalado hacia delante por el Deseo infantil. Un día, sentarse en el mismo lugar, cerrar los ojos y no pedir nada… Nietzsche: no rogar, bendecir.
¿No es eso lo que el duelo debería traer? "



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