Qiwang (fragmento) Zhong Acheng
Qiwang (fragmento)

"No hace falta decir que me sentía halagado por haberme ganado el privilegio de su confianza. Lo que era incluso más importante era la obtención de más de veinte yuanes al mes, una cifra que difícilmente podría conseguir nunca por mí mismo. La única mosca en la sopa era no tener a nadie que me despidiera. Así que me abrí paso entre los vagones con vistas a hallar algún asiento y dejar que las miles de personas en el andén se dijeran adiós unas a otras.
Las ventanas al lado del vagón junto al andén estaban ya repletas de jóvenes egresados de diferentes escuelas, bromeando o llorando. Las ventanas del lado opuesto daban al sur, de modo que los rayos del sol invernal las traspasaban gélidamente proyectándose sobre los fondos situados al norte del vagón. Los compartimentos destinados al equipaje estaban alarmantemente llenos. Mientras caminaba, buscando mi asiento numerado, me fijé en un delgado y nervioso estudiante con los brazos apoyados sobre su camisa. Estaba mirando por la ventana hacia un vagón vacío emplazado al lado opuesto de la estación.
Mientras sucedía esto, comprendí que mi asiento se encontraba en el mismo grupo de asientos que el suyo, de modo que nuestros rostros se encontrarían aunque no se opusieran directamente. Me senté y puse también mis manos sobre la camisa. El estudiante me miró de forma penetrante y sus ojos se iluminaron de repente.
-¿Le gustaría jugar al ajedrez? -me preguntó para dar comienzo a la conversación.
-No puedo jugar, respondí con un gesto rápido.
Me miró con incredulidad.
-Teniendo unos dedos tan largos y finos debe ser todo un maestro. Estoy absolutamente seguro de que puede jugar. Vamos, juguemos una partida. Llevo el juego conmigo. Apenas dijo eso, fue a por su mochila que estaba colgada de la percha de la ventana y comenzó a rebuscar en su interior.
-Sólo conozco los movimientos básicos -repliqué. ¿No hay nadie más aquí con quien puedas jugar?
Por de pronto puso su tablero sobre la mesa, la cual era demasiado pequeña para aquel tablero de plástico. Tras meditar durante un instante, adaptó el tablero, ladeándolo un poco.
-No pasa nada. El juego siempre es igual. Vamos. Usted mueve primero. ¿Le gustaría que le permitiera un hándicap?
Me eché a reír. ¿De veras no hay nadie que pueda jugar contigo? ¿Cómo podremos jugar en medio de este caos?
-¿Por qué diablos necesitaría yo otro contendiente? -replicó mientras colocaba la última pieza en el tablero. Yo voy donde hay comida para comer. ¿Por qué están todos lloriqueando? Vamos, usted mueve primero.
Todo me parecía muy extraño, pero así uno de mis cañones y lo dispuse en la línea central. Antes de que tuviera tiempo para ponerlo boca abajo, el movió su caballo, golpeando la pieza contra el tablero mucho más rápido de lo que yo había efectuado mi movimiento anterior, de modo que deliberadamente trasladé mi cañón más allá de la línea central.
-¡Y decías que no sabías cómo jugar! -dijo, contemplando mi barbilla. Esa apertura de tu cañón más allá de la línea central sólo se la he visto hacer una vez a un jugador en Zhengzhou y el condenado estuvo cerca de ganarme. Llevar el cañón a la línea central es una vieja apertura. Impresiona y es un movimiento muy seguro también. Tú mueves.
No sabía qué movimiento hacer, así que mi mano se cernía sobre el tablero dubitativa. Él inspeccionaba todo el juego al detalle sin decir o mostrar apenas nada y luego depositaba de nuevo sus manos sobre su camisa.
En ese preciso instante el vagón se hallaba sumido en el caos de una multitud de personas que se empujaban en su interior y que saludaban con la mano a través de las ventanas a los viandantes que se agolpaban en el exterior. Me levanté y dirigí mi mirada al andén, donde había un hervidero de gente vociferando. "



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