El mal del siglo (fragmento)Pedro Cerezo Galán
El mal del siglo (fragmento)

"El excéntrico del 98» subtitula A. Gallego Morell su excelente biografía de Ángel Ganivet, usando la expresión con que lo había denominado Ramón Gómez de la Serna. Excéntrico por adelantado a su propia generación, la llamada del 98, que por un capricho del destino lleva el año de su muerte, y también por marginal en su peripecia vital, por tierras de Centroeuropa, a las circunstancias y avatares de sus compañeros. Y excéntrico, sobre todo, por aquella muerte enigmática, con que en las heladas aguas del Dvina, pone fin a una vida errante y atormentada. «El suicidio de Ganivet —escribe Gallego Morell, buscando la analogía con la muerte de otro suicida famoso, Mariano José de Larra— significó para el 98 lo que significó el 3 de febrero de 1837 para el romanticismo. Ángel Ganivet no es el precedente del 98: es el mismo 98». Recibe así su muerte un valor simbólico añadido, como si anticipara con su gesto todo el sentido trágico de su generación. Pero, si para la recta comprensión del 98 importa más que la crisis autóctona o intrahispánica —el problema de España, magnificado a mi juicio en exceso— la otra crisis espiritual de trasfondo, que se extiende por toda la Europa finisecular, el llamado «mal del siglo», entonces el suicidio de Ganivet hay que inscribirlo en el más amplio contexto nihilista de la historia cultural de Occidente. Ganivet no muere tanto de la tragedia de España como de su propia tragedia íntima, convertida extraña y excéntricamente en un testimonio de la agonía espiritual de su generación. Por decirlo con una palabra, el nihilismo constituye la clave decisiva para comprender la vida y la obra de Ángel Ganivet. Pero el nihilismo es la larga y profunda sombra que arroja en su ocaso la cultura racionalista al proyectarse sobre la totalidad de la existencia. Esta sombra crece consustancialmente con la cultura moderna, desde su propio fondo, y la hace declinar hacia un ocaso sombrío, cuya trascendencia acertó a ver el profeta Zaratustra. Situado en este contexto, Ganivet es, como el acontecimiento nihilista que tan verazmente encarna, el excéntrico de la modernidad. De ahí el título de este capítulo, gemelo en su intención a la biografía lírica de Gallego Morell, pero orientado hacia el perfil interno del personaje, su biografía espiritual o el drama íntimo de su existencia, como cifra de una generación trágica. Ganivet o Arimi, el de la muerte misteriosa, según califica el propio Ganivet a su doble espiritual en los versos acróstilos, leídos a la vera de la fuente del Avellano bajo los torreones de la Alhambra. Creo que este Arimi, que lega a los cofrades del Avellano un testamento enigmático de vida, que lo es también de muerte, es más que el Pío Cid de la Conquista y de Los Trabajos o el Pedro Mártir de El Escultor de su alma el personaje más íntimo de Ganivet y el más consonante con la trágica desnudez del Epistolario. Arimi es también el héroe de la vida misteriosa, extravagante como el tipo de Pío Cid (II, 448), y excéntrico en su inevitable declinación hacia su ocaso. "


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