Discursos (fragmento) Andócides
Discursos (fragmento)

"Entonces le dijo Eufemo que había hecho bien en decírselo y le pidió que fueran a la casa de Leó­goras “para que allí te reúnas, en mi compañía, con Andó­cides y con los demás que sea necesario”. Según él, fue al día siguiente y tocó a la puerta; mi padre estaba saliendo por casualidad y dijo: “¡Ah! ¿eres tú a quien éstos están esperando? Conviene de veras no rechazar a amigos como tú”; que una vez dicho esto, se marchó. Y de este modo causaba la perdición de mi padre al señalarlo como cómplice. Decía que nosotros le comunicamos que nuestra decisión era darle dos talentos de plata, en vez de las cien minas del erario público, y que, si lográbamos lo que queríamos, él sería uno de los nuestros, y que se daría y recibiría una prueba de fidelidad de ello; él contestó a esto que lo pensaría, y nosotros le pedimos a él que fuera con Calias, el hijo de Telocles, para que también aquél estuviera presente. A su vez, de este modo causaba la perdición de mi cuñado. Continuó diciendo que fue con Calias, y, una vez de acuerdo con nosotros, nos dio su palabra en la Acrópolis, y que nosotros, que habíamos prometido darle el dinero el mes entrante, lo engañamos y no se lo dimos. Fue entonces que vino a denunciar lo sucedido.
Su acusación, señores, fue así: presenta una lista con los nombres de las personas que decía haber reconocido, cuarenta y dos. Al principio estaban Mantiteo y Apsefión, que eran del Consejo y se encontraban sentados dentro, y luego los demás. Entonces Pisandro se levantó y dijo que era necesario derogar el decreto del arcontado de Escamandrio y hacer subir a la rueda de tortura a los incluidos en la lista, a fin de que no llegara la noche antes de haberse enterado de los nombres de todos los implicados. El Consejo lo aprobó por aclamación. Al escuchar esto, Mantiteo y Apsefión se sentaron sobre el altar, suplicando que no se les torturara, sino que fueran puestos en libertad por medio de fiadores y después juzgados. Una vez que con dificultad lograron esto, luego de presentar sus fiadores, montaron a sus caballos y huyeron, desertando al enemigo y abandonando a sus fiadores quienes por fuerza quedaban sujetos a las mismas penas que aquellos por quienes habían quedado como fiadores. El Consejo, retirándose en secreto, hizo que fuéramos apresados y atados a los cepos.
Después de convocar a los estrategos, les ordenaron proclamar que los atenienses que vivían en la ciudad fueran al Ágora con sus armas; los que vivían entre los Muros Largos, al Teseon; los del Pireo, al Ágora Hipodamía; que, además, a la caballería, todavía de noche, dieran con la trompeta la señal de dirigirse al Anacio; que el Consejo fuera a la Acró­polis, y allí permanecieran, y los prítanes, en el Tolos. Los beocios, enterados de los hechos, se pusieron en campaña en nuestras fronteras. "



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