Vente a Sinapia (fragmento)Fernando Savater
Vente a Sinapia (fragmento)

"GERMINAL.—¿Quién tiene autoridad para establecer de antemano lo que pueden alcanzar nuestros cuerpos y nuestras almas? De un modo u otro, nuestro deseo de volar logrará hacernos volar. Los medios no faltan, aunque hay que encontrar el más adecuado. Se han propuesto tantas extravagancias... (Murmurando como para sí y regañando a un interlocutor invisible, en ocasiones.) Desde luego, lo de Cyrano de Bergerac fue despropósito. ¡Atarse botellas de rocío a la cintura para que el Sol las atrajera hacia sí! ¡Habrase visto! ¡No, señor mío, un poquito de sensatez, por favor! Porque también lo de Leonardo... El gran Leonardo da Vinci quería construir un pájaro mecánico, pero no encontró quién se lo financiara.
DUQUE.—¿Y por qué habría nadie de financiarle semejante locura?
GERMINAL.—Subido en su pájaro colosal, Leonardo esperaba llegar hasta la nieve que cubre la alta cima de las montañas y recogerla para refrescar las calles de Florencia durante el estío.
DUQUE.—¡Un objetivo digno del medio propuesto para alcanzarlo!
ARGENSOLA.—También Don Quijote y Sancho creyeron volar montados en Clavileño, el mágico corcel de madera. Y oían voces que les gritaban: “¡Ya, ya vais por esos aires, rompiéndolos con más velocidad que una saeta! ¡Ya comenzáis a suspender y admirar a cuantos desde la tierra os están mirando! ¡Dios te guíe, valeroso caballero! ¡Dios sea contigo, escudero intrépido!” Pero todo era una burla organizada por los duques para divertir a sus invitados, una simple y triste chanza de señoritos...
DUQUE.—Más bien me parece que era el medio para dar gusto a Don Quijote en su locura.
GERMINAL.—Ni chanzas ni locuras. Estoy convencido de que volar es posible por medios rigurosamente científicos. Pero bueno, ¿acaso no estoy en una sociedad científica precisamente? ¿Qué clase de científicos son ustedes, que pretenden imponer limitaciones a los logros de la ciencia?
DUQUE.—Sepa usted, señor mío, que yo soy un verdadero científico, no un quijote ni un tontiloco soñador.
Germinal.—Pe... pero... ¡pero la ciencia existe para ayudar a los hombres a cumplir sus sueños y para que consigan lo que por su condición natural parece estarles vedado!
DUQUE.—En modo alguno, señor mío, en modo alguno. La verdadera ciencia no sueña paganamente con violentar a la naturaleza o con proporcionar al hombre lo que éste ambiciona en los delirios de su soberbia, sino que se conforma humildemente con estudiar el orden admirable en que Dios ha dispuesto las cosas de nuestro mundo. ¡No olvide usted el castigo de los impíos constructores de Babel!
ARGENSOLA.— (Socarrón.) O el de los habitantes de Sodoma y Gomorra, que también eran propensos a los experimentos antinaturales...
GERMINAL.—Pero ¿y las máquinas? ¿Para qué inventamos entonces máquinas?
DUQUE.—Aquí tiene usted todas las máquinas que quiera, caballero. Fíjese en ésta: sirve para estudiar las transmisiones y transformaciones del movimiento. ¿Ve usted? ¡Todo se mueve: poleas, émbolos, tornillos, pistones, bielas...! Y en condiciones ideales, todo seguiría moviéndose perpetuamente. Así, fíjese bien. ¿Eh? ¿Qué me dice usted de esto?
GERMINAL.—Pues que me parece muy bonito, pero poco útil.
DUQUE.—Y no tiene por qué ser útil, faltaría más. Aquí estamos entre caballeros y estas máquinas son para nuestra instrucción y solaz exclusivamente. Practicamos la ciencia re-crea-ti-va, ¿se entera usted?, recreativa. ¡Pues bueno sería! ¿O es que quizá pretende usted quitar el pan de la boca a los que se lo ganan con el sudor de su frente, sustituyéndolos por máquinas? ¡Vaya idea! ¿Acaso es usted un anarquista, señor mío? A ver, Antonio, ¿qué te parece a ti lo que dice este señor? "



El Poder de la Palabra
epdlp.com