Amor de invierno (fragmento)Mario Halley Mora
Amor de invierno (fragmento)

"La ventana del dormitorio de don Miguel da al gran patio en sombras. Están abiertas por el calor y junto con una tenue brisa penetra un olor de guayaba madura, como tomado de la mano con los efluvios de las limas de Persia que se pudren al pie del árbol. El aguaí espeso y sombrío suelta su ronda de murciélagos, y la fronda del aguacate da paso a trozos de luz de luna que ilumina la hojarasca caída, verdosa, luminiscente. Don Miguel no duerme, escucha y huele el silencio. No tiene deseos de dormir, porque ha descubierto algo nuevo. Que estuvo viviendo en soledad, y que la soledad acaba de romperse con un inesperado ruido de cristales rotos.
-Dentro de la soledad no se tiene conciencia de que existe -reflexiona- ni que nos asfixia y nos enmudece. Hay que salir de la soledad para comprenderla en su vaciedad majestuosa. Esa mujer, Sara, Sara, Sara, mi amiga. Tipa loca, madre amante, superior a sus instintos, vieja de alma adolescente, ha prendido fuego a una mecha y esta soledad está explotando. Mañana subiré a los pisos altos vacíos y abriré todas las ventanas y sacudiré todos los polvos y repondré todas las bombillas quemadas. No le voy a dar a la soledad un solo rincón obscuro donde se sienta a empollar nuevas soledades. Ah, y desde luego, iré a ver si Ruiz Díaz todavía vive, para que me haga un traje.
Intenta arrancar un pedazo inmaduro de sueño, pero sus oídos oyen un chirrido extraño. Se levanta, viene de la habitación de Marcelina, que se ha dormido sin apagar el televisor cuya pantalla muestra una danza de partículas. Apaga el televisor, arropa a la anciana y vuelve a acostarse. Duerme profundamente después de mucho tiempo. "



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