El cuarto oscuro de Damocles (fragmento)Willem Frederik Hermans
El cuarto oscuro de Damocles (fragmento)

"La agarró por el pelo, sabiendo que le hacía daño; poniéndose de puntillas, la besó para impedir que su boca le dijera: «No me creo ni una palabra de lo que me dices, porque sé quién soy, y sospecho quién eres tú». («No lo sé seguro», pensó Osewoudt, «a veces suceden las cosas más extrañas, quizá me siga queriendo, pero no es probable, una vez acabada la guerra ya no sucederán este tipo de cosas. No podré seguir tiñéndome el pelo de negro eternamente, y aunque lo hiciera nunca llegaría a ser un hombre como Dorbeck. Me parezco a él, pero no del todo.»)
Le asaltó una visión fantasmal: eran tiempos de paz, en algún lugar lejano él se paseaba de la mano de Marianne y se topaban con Dorbeck. Sin ni siquiera despedirse de él, Marianne se marchaba con Dorbeck y lo abandonaba, sin volver la vista atrás, bueno, una vez, sólo para gritarle, sin separarse de Dorbeck: «Sabía cómo era el hombre que buscaba. Perdona que por un momento llegara a pensar que eras tú. ¿Cómo es que te pareces tanto al verdadero sin serlo en realidad? Es culpa tuya. Aunque fui yo quien te tiñó el pelo de negro, te perfeccioné para asemejarte a la imagen que tenía en mi mente. ¿Qué queda de ti ahora que tu pelo ya no es negro? Una rata desteñida».
O, peor aún, una noche, mientras se dirigía a una cita con ella, él sufriría un accidente que le impediría llegar a tiempo. Por casualidad. Marianne se toparía con Dorbeck a la hora en que había quedado con Osewoudt. NO se daría cuenta del cambio, pero diría: «Esta noche te quiero más de lo que nunca te he querido». Y cuando, por fin, él la encontrara, ella le diría: «Ahora lo entiendo, eres un embustero, siempre te has hecho pasar por otro». "



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