La bodega (fragmento)Vicente Blasco Ibáñez
La bodega (fragmento)

"El vino, Fermín, es la bebida universal por excelencia, la más sana de todas la que el hombre usa para su nutrición o su recreo. Es la bebida que mereció los honores de la embriaguez de todo un dios del paganismo. Es la bebida cantada por los poetas griegos y romanos, la celebrada por los pintores, la ensalzada por los médicos. En el vino encuentra el poeta inspiración, el soldado ardimiento, el trabajador fuerza, el enfermo salud. En el vino halla el hombre goce y alegría y el anciano fortaleza. El vino excita la inteligencia, aviva la imaginación, fortifica la voluntad, mantiene la energía. No podemos explicarnos los héroes griegos ni sus admirables poetas, sino bajo el estímulo de los vinos de Chipre y de Samos; y la licencia de la sociedad romana nos es incomprensible sin los vinos de Falerno y de Siracusa. Sólo podemos imaginarnos la heroica resistencia del paisano aragonés en el sitio de Zaragoza, sin descanso y sin comida, viendo que, además de la admirable energía moral de su patriotismo, contaba para su sostén físico con el porroncillo de vino tinto… Pero dentro de la producción vinícola que abarca muchos países, ¡qué asombrosa variedad de clases y tipos, de colores y aromas, y cómo se destaca el Jerez a la cabeza de la aristocracia de los vinos! ¿No crees tú lo mismo, Fermín? ¿No encuentras que es justo y está bien dicho todo lo que se me ocurre?…
El joven asintió. Todo aquello lo había leído muchas veces en la introducción del gran catálogo de la casa; un cuaderno con vistas de las bodegas de Dupont, y sus numerosas dependencias, acompañadas de la historia de la casa y de elogios a sus elaboraciones; la obra maestra de don Ramón, que el amo regalaba a los clientes y visitantes con una encuadernación blanca y azul, los colores de las Purísimas pintadas por Murillo.
El vino de Jerez —continuó con acento solemne el jefe del escritorio— no es un advenedizo, un artículo elevado por la veleidosa moda; su reputación está de abolengo bien sentada, no sólo como bebida gratísima, sino como insustituible agente terapéutico. Con la botella de Jerez se recibe al amigo en Inglaterra, con la botella de Jerez se obsequia al convaleciente en los países escandinavos, y restauran en la India los soldados ingleses sus fuerzas agotadas por la fiebre. Los marinos, con Jerez combaten el escorbuto, y los santos misioneros han reducido con él en Australia los casos de anemia ocasionados por el clima y los sufrimientos… ¿Cómo, señores, no ha de realizar tales prodigios un vino de Jerez de buena y genuina procedencia? En él se encuentran el alcohol legítimo y natural del vino con las sales que le son propias; el tanino astringente y los éteres estimulantes, provocando el apetito para la nutrición del cuerpo, y el sueño para su restauración. Es, a la vez, un estimulante y un sedante, excelentes condiciones que no se encuentran reunidas en ningún producto, que al mismo tiempo sea, como el Jerez, grato al paladar y a la vista. "



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