Miramar (fragmento)Naguib Mahfuz
Miramar (fragmento)

"Qué limitada es Alejandría para las ansias de mi acelerado coche. La atravieso raudo como el viento, pero la ciudad se ha convertido en una lata de sardinas. Ah, qué aburrido es todo; a una noche le sigue otro día con estúpido empecinamiento, y nunca ocurre nada nuevo…
Aunque el cielo se adorne cada mañana con ropajes diferentes; aunque el estado del tiempo sea como un prestidigitador del que es imposible predecir el siguiente juego de manos; a pesar de que haya mujeres de todas las formas, tamaños y colores, nada nuevo ocurre en absoluto. En realidad, el universo ya hace tiempo que murió, y todas estas variaciones no son más que los últimos estertores del cadáver antes del silencio eterno.
Me acordé del Genevoise.
Está al final del Paseo Marítimo desafiando al mar y a la lluvia, aunque la entrada se halla en un callejón trasero. Tiene un escenario para las actuaciones de los cantantes y bailarinas, y en medio del local hay una pista de baile para todo el mundo. El color rojo apagado que domina el techo, las paredes y las lámparas le hace parecer un refugio para diablillos, y con sólo mirar a sus chicas y clientes se desliza en el alma la indiscutible sensación de que es un burdel.
Vi a la joven de Albuheiri que estaba bailando la danza del vientre de manera bastante ordinaria y procaz. La invité a mi mesa. Al principio no me recordaba, pero cuando lo hizo se disculpó por el estado en el que se encontraba el día que nos conocimos, y sin más preámbulos me dijo que me había estado esperando desde entonces, a lo que yo aduje mi falta de tiempo y el exceso de trabajo. Me enteré de que se llamaba Safeya Barakat, aunque sólo Dios sabe cuál era su verdadero nombre.
Era más bonita que la maestra, aunque la estropeaba cierta propensión a la gordura. Además, en la redonda cara estaba instalada la mirada de una profesional. Bebí mucho, hasta casi perder la conciencia de mí mismo. La llevé en coche a su casa en la calle Lido, y cuando me disponía a subir con ella se excusó porque tenía «esos días del mes», así que volví a la pensión completamente borracho y de un humor de perros.
Y cuando me dirigía a mi habitación me tropecé con Sohra, que, en camisón, volvía del baño. Con los brazos extendidos de par en par le bloqueé el camino. "



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