El hombre que amaba a los niños (fragmento)Christina Stead
El hombre que amaba a los niños (fragmento)

"Singapur es una ciudad repleta de barrios nativos, con la salvedad de pequeñas zonas cedidas casi por completo a los europeos. Las pieles oscuras y de color mostaza procedían de muchas razas venidas de la Malasia peninsular, de la India y de China, de Tanah Bugis (islas Celebes), Negeri Jawa, así como de malayos procedentes de los distritos Menangkabau de Sumatra y de nativos procedentes de Burma, Siam, Conchinchina, incluso de hombres de ojos oscuros procedentes de Turquía, Armenia, Portugal, con algunos venidos de Japón. Los británicos son quienes controlan, con la ayuda de superintendentes y jefes blancos del Imperio británico y del gobierno de América, pero los chinos también son jefes y son los que mueven la maquinaria del lugar: las cámaras de comercio chinas entrelazan Malasia.
En Singapur, el corazón de Sam parecía dilatarse con el contacto de tantísima gente extranjera, y ese sentimiento generoso, que él denominaba amor y culto a la humanidad, le había crecido como un hongo. Ponía empeño en aprender los saludos propios de cada raza, en distinguirlos, al igual que los acentos, incluso las distintas lenguas. Muy diferente era Abishegenaden, su empleado, que, al encontrarse en una situación precaria en el servicio gubernamental, como todos los burócratas, despreciaba no sólo a las demás razas, sino también a todas las clases inferiores a la suya. El afecto que sentía por Sam era transitorio, y había algo de condescendencia en ese afecto. Sam procedía de fuera del servicio oficial y de ninguna manera podía comprender los pormenores, los tabúes estrictos del servicio oficial. Había hombres fofos que venían de fuera del servicio y que constituían un tipo extraño de paleto, y por otra parte estaba el hombre blanco del Este, que estaba dentro del servicio, y del que Naden se reía: ¿qué puede saber un hombre blanco de un país de hombres blancos sobre esto? Naden se abstuvo de hacer comentarios a su superior sobre los hombres de piel oscura que vivían en América, pero pensaba para sus adentros: éste es también un hombre que —ya venga de Washington o de donde sea— no sabe nada de cómo se gobierna su propio país. Mientras subían la escalera de la casa de huéspedes en que se alojaba Sam, y donde su secretario chino seguía trabajando. "



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