Noticias felices en aviones de papel (fragmento)Juan Marsé
Noticias felices en aviones de papel (fragmento)

"Bueno, ya que estoy aquí, se dijo, y se asomó a la escalera y miró. En el rellano había un joven de barba rubia y gorro de marinero que tocaba el acordeón y hacía bailar a una perrita con peluca roja y faldita blanca de tul. Al lado tenía una caja de habanos con algunas monedas. Ni rastro del señor Raciocinio. Descansó un rato apoyado en la barandilla y sacó el bocadillo de la bolsa, pero no lo mordió. Miraba la perrita que giraba erguida sobre sus patas traseras. Enseguida envolvió de nuevo el bocadillo y lo guardó. Que no se me olvide: que no es que no me guste esta mermelada, mamá, de veras, es que estoy desganado.
Decidido a seguir buscando, aunque ahora ya lo hacía obedeciendo a un doble y confuso objetivo, zigzagueaba en diagonal hacia la papelera situada frente al Café de la Ópera cuando, surgida de no sabía dónde, una sombra apresurada se cruzó en su camino y le adelantó pretendiendo lo mismo que él, según iba a comprobar enseguida, y se quedó parado, zarandeado por el trasiego de la gente en medio del paseo y sin capacidad de reacción. La sombra dejaba tras de sí un hálito vagamente dulzón, un soplo o una exudación corporal que a Bruno le resultaba familiar, abusiva e insidiosa, pero no había nada que ayudara a reconocerle, salvo la pequeña mochila de color caqui con el rótulo feng shui escrito a mano. Llevaba gafas de sol y un gorro de visera prominente y vestía téjanos y camisa a cuadros con los faldones fuera del pantalón. Absorto, indiferente al bullicioso entorno, iba escuchando música con un pequeño transistor pegado a la oreja y con un palo hurgaba afanosamente en la papelera. Lo hacía con la mayor atención, revolviendo concienzudamente papeles y desechos, el rostro volcado sobre el recipiente como si husmeara la presa. Bruno tardó apenas unos segundos en identificar el palo: era, tenía que ser, el palillo extraviado de su tambor. "



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