Asesinato en la catedral (fragmento)Edmund Crispin
Asesinato en la catedral (fragmento)

"Para Geoffrey, la elección de corbata se había convertido en un complejo ceremonial que dependía tanto del traje y de la camisa como del clima y de un imperfecto recuerdo de lo que había llevado durante los diez o catorce días anteriores. Aquella mañana en concreto, después de volver con cierta sensación de anticlímax a la corbata que había seleccionado en primer lugar, observó su reflejo en el espejo del tocador durante más tiempo del acostumbrado. La presencia de una mujer en nuestra vida nos vuelve más atentos a nuestras imperfecciones de lo que es habitual, reflexionó. Sin embargo, lo cierto es que él parecía diez años más joven y que la expresión traviesa de su cara, con ciertos rasgos de fauno, tenía su encanto: los ojos azul celeste y el cabello castaño muy corto eran, sin duda, atractivos… Un estruendo que provenía del piso de abajo, y que supuso que significaba que había llegado la hora del desayuno, interrumpió sus placenteras reflexiones. Volvió dolorosamente su atención al mundo exterior y se apresuró escaleras abajo.
Sabía que Frances no estaría presente. Había ido a pasar la noche con su madre y, entretanto, había dejado a cargo del fuerte a una competente persona mayor de aspecto sencillo. Cuando Geoffrey entró, Fen ya estaba en la sala, leyendo el periódico matinal con aparente interés. Dutton, que no tardó mucho en llegar, colocó unas flores recién cortadas en un jarrón con una habilidad y una delicadeza curiosamente femeninas. Desayunaron gachas de avena. Dutton, el único huésped permanente presente, se consideró obligado a darles conversación. Después de sacar varios temas que no tuvieron éxito, declaró que lo sucedido era algo terrible; un comentario desafortunado, porque Fen aborrecía ese tipo de frases hechas. "



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