El jarrón chino (fragmento)Dezső Kosztolányi
El jarrón chino (fragmento)

"Esperó a que se le enfriara el té, luego lo fue bebiendo a sorbitos. Lo tomó sin azúcar ni ron, con leche. Seguro que ni se dio cuenta de lo delicioso que era ese té indio. Tampoco admiró las tazas de Bella, ni los cubiertos de plata, pues estaba acostumbrado a todo esto. Le brindé bocaditos. Le puse la bandeja de manera tal, que enseguida le saltara a la vista el único emparedado de salmón, la transparente, rosada y maravillosa ruedita de pescado sobre la mantequilla, y él lo miró, pero no fue lo que tomó, sino una rebanada de pan con mantequilla, común y corriente, le dio un mordisco y enseguida la puso en el plato y ahí la dejó. Encendió un cigarrillo. Le brindamos cigarrillos con punta de oro. La conversación era sobre música.
No sabía que le interesaba la música. Él tampoco sabía lo excelente músico que era mi esposo. Mencionaron a Bach y a Mozart. Sólo existen Bach y Mozart, nadie más. No, el único es Bach. Mi esposo era un decidido admirador de Bach, el cual —y él se expresaba así— era la música incondicional, la lira de la matemática y el dolor, que nos presentaba aquella música sentimental pero nunca de afectado sufrimiento, que era tan pura, imparcial, exacta, como aquel descubrimiento originado de nuestra mediocridad y nuestras limitaciones humanas, consistente en que en vano nos esforzamos por aproximarnos a lo infinito, y que aquí en la tierra el dos por dos siempre será cuatro y no cinco. Hablaba muy bien. También se le ocurrió que Bach quería decir arroyo, y que sus compases se parecían a un arroyuelo fresco, transparente y cristalino, que venía fluyendo hacia abajo por los cantos rodados del sendero montañoso. Ya aquí se le empezaron a enredar las palabras."
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