La puerta estrecha (fragmento)André Gide
La puerta estrecha (fragmento)

"Reconozco que se ha mostrado perfecto y casi estoy por creer, lo confieso, que este matrimonio puede no ser tan desdichado como yo temí en un principio. Desde luego Juliette no le ama, pero él me parece, de semana en semana, menos indigno de ser amado. Habla de la situación con clarividencia y no se engaña respecto al carácter de mi hermana, pero tiene gran confianza en la eficacia de su propio amor y se jacta de que no hay nada que su constancia no pueda vencer. Debo decirle que está profundamente enamorado.
En efecto, me conmueve mucho saber que Jérôme se ocupa así de mi hermano. Pienso que solo lo hace por deber, porque el carácter de Robert tiene pocos puntos de contacto con el suyo —tal vez lo haga también por complacerme—, pero sin duda habrá podido ya constatar que, cuanto más arduo es el deber que uno asume, más educa el alma y más la eleva. ¡He aquí unas reflexiones sublimes…! No se ría demasiado de su sobrina mayor, porque son estos pensamientos los que me sostienen y me ayudan a considerar el matrimonio de Juliette como un bien…
¡Qué dulce es para mí su afectuosa solicitud, querida tía…! Pero no crea que me siento desgraciada. Casi puedo decirle lo contrario, porque la prueba que acaba de sacudir a Juliette ha tenido su repercusión en mí. Esta frase de las Escrituras, que yo repetía sin acabar de entender su significado, se ha hecho de repente clara para mí: «Desdichado el hombre que pone su confianza en el hombre». Mucho antes de encontrarla en mi Biblia, la había leído en una pequeña estampa de Navidad que Jérôme me envió cuando él no tenía todavía doce años y yo acababa de cumplir los catorce. Había en esta imagen, al lado de un ramo de flores que nos parecían entonces muy hermosas, estos versos, de una paráfrasis de Corneille:
¿Qué encanto vencedor del mundo
me eleva hoy hacia Dios?
¡Desgraciado el hombre que basa
su apoyo en los hombres!
Aunque confieso preferir mil veces el simple versículo de Jeremías. Sin duda, Jérôme escogió entonces aquella imagen sin prestar mucha atención a los versos. Pero, si he de juzgar a través de sus cartas, sus disposiciones de hoy son muy parecidas a las mías, y agradezco a Dios todos los días que nos haya aproximado a los dos hacia Él de un solo golpe.
Al recordar nuestra conversación, ya no le escribo tan extensamente como antes, para no distraerlo de su trabajo. Sin duda va usted a creer que lo compenso hablándole de él más y más. Por miedo a seguir, acabo rápidamente esta carta. Por una vez, no me riña demasiado. "



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