El castillo azul (fragmento)Lucy Maud Montgomery
El castillo azul (fragmento)

"Lady Jane voló literalmente durante las quince millas que separaban Deerwood de Port Lawrence. Barney sobrepasó a los policías de tráfico de un modo bastante arrogante. Las luces de las casas comenzaron a brillar intermitentemente como estrellas en el aire teñido de limón de aquel crepúsculo. Fue la única ocasión en la que a Valancy le gustó la ciudad, y se deleitó con la velocidad. ¿Era posible que hubiera tenido miedo de los coches alguna vez? Se sentía plenamente feliz en el vehículo junto a Barney. No se engañó a sí misma pensando que aquel paseo tuviera algún significado. Sabía muy bien que Barney le había pedido que lo acompañara por el impulso del momento —un impulso que nacía de un sentimiento de lástima por ella y por sus pobres sueños hambrientos—. Tenía aspecto fatigado tras una noche alerta por una nueva crisis, seguida de un día muy ajetreado. Tenía tan pocos momentos de diversión. Él le había dado la oportunidad de ir de excursión para variar. Por otra parte, Abel, sentado en la cocina, estaba en esa fase de la embriaguez en la que declaraba no creer en Dios y comenzaba a entonar sus obscenas canciones. Le haría bien salir de la casa por unas horas. Barney conocía de sobra el repertorio de Abel el Aullador.
Fueron a ver una película —Valancy nunca había visto una película—. Luego, viendo que tenían hambre, se fueron a comer pollo frito —increíblemente delicioso— en el restaurante chino. Y después regresaron a casa dejando tras de sí un devastador rastro de escándalo. La señora Frederick dejó de ir a la iglesia por completo. No podía resistir las compasivas miradas de sus amigos y sus preguntas. Pero la prima Stickles asistía a los oficios todos los domingos. Decía que se les había otorgado un vía crucis que soportar.
Durante una de sus noches de insomnio, Cissy le relató a Valancy su triste historia. Ambas estaban sentadas junto a la ventana abierta. Cissy no podía recuperar el aliento al acostarse aquella noche. Una gibosa luna sin gloria se cernía sobre las colinas boscosas y, bajo aquella luz espectral, Cissy aparecía frágil y hermosa e increíblemente joven. Una niña. Parecía imposible que pudiera haber experimentado toda la pasión, el sufrimiento y la vergüenza de aquel relato. "



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