El horror de Dunwich (fragmento)H. P. Lovecraft
El horror de Dunwich (fragmento)

"De repente, el resplandor del sol pareció disminuir sin que pasase ninguna nube. Fue un fenómeno de lo más peculiar y quedó constatado por todos. Un sonido rugiente parecía fraguar bajo las montañas, mezclándose de forma extraña con un concordante rumor que llegaba, sin ninguna duda, del cielo. Centelleó un relámpago, y el maravillado grupo buscó en vano los portentos de la tormenta. El cántico de los hombres de Arkham se hizo ahora inconfundible, y Wheeler vio, a través del objetivo, que todos estaban alzando los brazos al ritmo del encantamiento. Desde alguna lejana granja llegó un frenético ladrar de perros.

El cambio de la luz se hizo aún más patente, y el grupo observó el horizonte con asombro. Una oscuridad purpúrea, que no se debía a otra cosa que a un ahondamiento del azul del cielo, caía sobre las rugientes colinas. Luego volvió a relampaguear el rayo, algo más brillante que antes, y el grupo creyó que había mostrado cierta nebulosidad en torno al altar en la lejana altura. Nadie, no obstante, había estado mirando en ese momento por el catalejo. Los chotacabras continuaban con su irregular canto, y los hombres de Dunwich, en tensión, se prepararon contra alguna imponderable amenaza que parecía saturar la atmósfera.

Sin aviso, llegaron aquellos sonidos vocales profundos, cascados, roncos, que nunca podría olvidar ninguno de los integrantes del estremecido grupo. No nacía de garganta humana alguna, ya que los órganos humanos no pueden aullar tales perversiones acústicas. Mejor sería decir que provenían del abismo mismo, de no proceder, inconfundiblemente, del altar de piedra de la cima. Era casi un error llamarlos sonidos, ya que mucho de su timbre espantoso e infrasónico hablaba a difusos estados de conciencia y terror más que al mismo oído, aunque también podría hacerse, ya que su forma era indiscutible, aunque vagamente, la de las palabras. "



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