La hora del recuerdo (fragmento)Joseph Heller
La hora del recuerdo (fragmento)

"Mis amigos siempre han sido de naturaleza generosa. Y de alguna manera, siempre me acompañaba algún tipo más grande y fuerte que yo, por si algo iba mal, como Lew Rabinowitz y como Sonny Bartolini, uno de los miembros italianos más duros de una de las familias de Coney Island. Y como Lesko, el joven minero de Pennsylvania que conocí en la artillería. Y como Yossarian, al que encontré en un entrenamiento de operaciones en Carolina y más tarde en un combate en Pianosa, cuando cinco de nosotros, Yossarian, Appleby, Kraft, Schroeder y yo mismo, ya nos habíamos trasladado a Europa.
El miedo a ser derrotado siempre me había acompañado, y en mis meditaciones aún aparecía con más importancia que el temor a que me derribaran. Una noche, en Carolina del Sur, justo después de un vuelo de entrenamiento en la oscuridad, en el que Yossarian no supo orientarse en lugares como Athens, Georgia y Raleigh, ya en Carolina del Norte, Appleby, de Texas, tuvo que guiarnos de nuevo mediante el radar para que regresáramos. A medianoche, Schroeder, Yossarian y yo fuimos al comedor de los alistados para comer algo. El club de oficiales estaba cerrado. Yossarian, que siempre tenía hambre, se había quitado la condecoración para pasar por un alistado con derecho a estar ahí. Por la noche siempre había gente reunida, mientras nos abríamos paso entre la multitud, de pronto un enorme soldado raso borracho me golpeó con tanta fuerza que no me cupo ninguna duda de la intencionalidad. Sorprendido, di media vuelta. Pero antes de que pudiera abrir la boca, él ya estaba encima de mí empujándome furiosamente hacia un grupo de soldados que miraban. Todo estaba sucediendo demasiado de prisa para poder entenderlo. Todavía anonadado, mientras seguía tambaleándome, él volvió al ataque con los brazos levantados y uno de sus puños dispuesto a golpear. Era más alto y más pesado que yo, y no había manera de que pudiera defenderme. Era como aquella vez en la que intenté enseñar a Lew a boxear. Ni siquiera podía echar a correr. No sé por qué me escogió a mí, sólo puedo intuirlo. Entonces, antes de que pudiera pegarme de nuevo, Yossarian medió entre nosotros para impedirlo y, con los brazos extendidos y con las palmas abiertas, le exhortó a detenerse tratando de calmarlo. Pero antes de que pudiera completar la primera frase, el hombre se abalanzó sobre él, le pegó fuerte en la cabeza y volvió a golpearle con el otro puño, obligando a Yossarian a caer hacia atrás, aturdido, mientras él no cesaba de pegarle en la cabeza con ambas manos. Yossarian hacía eses con cada golpe recibido hasta que, sin darme cuenta de lo que estaba haciendo, me lancé y me aferré a uno de los gruesos brazos del borracho. Cuando aquello no funcionó, lo cogí por la cintura y me planté lo mejor que pude en el suelo para conseguir desequilibrarlo, si era posible. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com