La mujer sentada (fragmento)Guillaume Apollinaire
La mujer sentada (fragmento)

"Los indios se habían sentado en el medio de la plaza y, desdeñando el tabaco, fumaban su kinikinik en preciosas pipas de arcilla roja.
Cerca de ellos vinieron a situarse unos personajes vestidos con largas túnicas blancas; iban tocados con tiaras, igualmente blancas con puntas redondas y abultadas. Era el grupo vengador de los danitas.
Desfilaron por la plaza de la Unión con fusiles de culata chapada en plata repujada. En el rostro llevaban un lobo de seda verde, y bajo los agujeros efectuados a la altura de los ojos temblaban lágrimas de oro. Pedacitos de oro virgen y de minúsculas conchas adornaban las muñecas de sus guantes de antílope, y sus mocasines estaban enteramente recubiertos de plumas multicolores que formaban motivos decorativos y cuyos tintes contrastaban delicadamente; detrás de los indios que fumaban sentados al sol, los maravillosos danitas se mantuvieron inmóviles, y los cortejos de esposas atravesaron la plaza en todas las direcciones, y se alzaban palabras apasionadas entre las que se podían distinguir las palabras Exterminadores, Ángeles, Amor, Eternidad, Música, Muerte, Venganza, Besos y Esclavitud.
Entonces llegó gente de todas las razas: había escandinavos en pantalones con bajos de rayas blancas y azules y en la oreja derecha llevaban todos un anillo de oro. Había rusos en camisa roja, con el pelo largo, tocados con gorras verdes de larga visera que bajaba en ángulo muy agudo sobre los ojos. Había ingleses desplegando sus barbas cual collares, los bigotes rasurados, había americanos de rostro lampiño, con patillas que descendían hasta la altura de lóbulo de las orejas, había algunos judíos vestidos con largos tabardos y de grandes barbas. Había alemanes con gorras de paño, muchos de los cuales llevaban gafas. Todos eran mormones y su cortejo se cuadraba alrededor de los danitas y de los indios en cuclillas. También se unió a ellos una mujer ute, repugnante a la vista de tantas arrugas que tenía, y en sus hombros desnudos, en su rostro y en su cabeza, unas heridas pustulosas se cubrían de moscas que le succionaban la sanguinolenta supuración.
Después hubo más mormones de todas las razas, unos embutidos en sus camisas de cuello italiano con corbatas anudadas en el mismo estilo y levitas de buen corte y otros con trajes pobres pero limpios. "



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