Los santos inocentes (fragmento) "Y la grajilla rilaba en las pajas, ¡quiá, quiá, quiá! y él, el Azarías, cada vez que la grajilla abría el pico, embutía en su boca inmensa, con su sucio dedo corazón, un grumo de pienso compuesto y el pájaro lo tragaba, y, después, otra pella y otra pella, hasta que el ave se saciaba, quedaba quieta, ahíta, pero a la media hora, una vez pasado el empacho circunstancial, volvía a reclamar y el Azarias repetía la operación mientras murmuraba tiernamente, milana bonita, murmullos apenas inteligibles, mas la Régula le miraba hacer y le decía confidencialmente al Rogelio, ae, más vale así, buena idea tuviste, y el Azarías no se olvidaba del pájaro ni de día ni de noche y en cuanto le apuntaron los primeros cañones, corrió feliz por la corralada, de puerta en puerta, una sonrisa bobalicona bailándole entre los labios, las amarillas pupilas dilatadas, la milana ya está emplumando, repetía, y todos le daban los parabienes o le preguntaban por el Ireneo, menos su sobrino, el Quirce, quien le enfocó su mirada aviesa y le dijo, y ¿para qué quiere en casa semejante peste, tío? y el Azarías volvió a él sus ojos atónitos, asombrados, no es peste, es la milana, mas el Quirce movió obstinadamente la cabeza y, después, escupió, ¡qué joder!, es un pájaro negro y nada bueno puede traer a casa un pájaro negro, y el Azarías le miró un momento desorientado y, finalmente, posó sus tiernos ojos sobre el cajón y se olvidó del Quirce, mañana le buscaré una lombriz, dijo, y, a la mañana siguiente, empezó a cavar afanosamente en el macizo central hasta que encontró una lombriz, la cogió con dos dedos y se la dio a la grajera y la grajera la engulló con tal deleite que el Azarías babeaba de satisfacción. " epdlp.com |