Mersault, caso revisado (fragmento)Kamel Daoud
Mersault, caso revisado (fragmento)

"¡El misterio femenino! En cierta forma determinó la concomitancia de su existencia. Sólo me consta cuál es su primer nombre, al menos, me imagino que se trataba de ella misma. Mi hermano se había referido a ello en medio de su ensoñación, justo la noche antes de su muerte. Zubida. ¿Podría ser una señal? Es posible, no obstante el día que mamá y yo decidimos dejar el barrio para siempre, mamá había tomado la seria determinación de alejarse de Argelia y del mar. Estoy completamente seguro de que vi una mujer contemplándonos con curiosidad. Llevaba una falda corta y desaliñadas medias y me dio la impresión de que se peinaba a la moda de las estrellas de cine en aquellos días. Aunque fuera morena, se había teñido el pelo de rubio. Siempre Zubida. Quizás mi hermano tenía tatuadas estas palabras en algún lugar recóndito de su cuerpo. No lo sé con certeza. Pero si estoy seguro de que era ella ese día. Era por la mañana temprano. Nos disponíamos a marcharnos. Mamá y yo dejábamos nuestra casa por nuestro bien. Y allí estaba ella. Con un pequeño bolso de color rojo en sus manos, contemplándonos desde la lejana distancia. Aún permanecen en mi memoria sus turgentes labios y sus enormes ojos, que parecieran cautivados por la urgencia de una pregunta. Estoy prácticamente seguro de que era ella. Soy consciente de que en esa ocasión yo quería, necesitaba, que fuera ella y decidí que lo fuera, siendo todo un consuelo debido a la reciente pérdida de mi hermano. Tenía una excusa y una razón para convocar a mi musa. Sin ser plenamente consciente de ello y años antes de que aprendiera a leer, ya había rechazado en mi interior la absurdidad de su muerte. Y necesitaba la fuerza de un relato para envolver su hálito en el sudario. Luego me apresté a empujar a mamá por su jaique. Ella no la vio. Pero debió sentir algo, porque su rostro dibujó una horrible mueca y sus labios insinuaron un terrible insulto. Entonces me giré, pero la mujer había desaparecido. Seguidamente nos marchamos. Recuerdo perfectamente el camino a Hadjout, bordeado de campos y simientes cuyos cultivos nos estaban de algún modo destinados. También recuerdo el sol desnudo y a otros viajeros en torno al polvoriento autocar. Los efluvios del vaporoso aceite hicieron que sintiera náuseas, pero amaba el viril y reconfortante sonido del motor, como si fuera un padre que nos animara a continuar, a mi madre y a mí, por un inmerso laberinto lleno de edificios, gente oprimida, signos de chabolismo, niños sucios, agresivos policías, y playas fatales para los árabes. Para dos de nosotros, la ciudad siempre sería un espejo que reflejara el crimen, un lugar donde la pureza y la más vetusta tradición se ha perdido. Sí, en mi memoria Argelia permanece como una criatura sucia, corrompida, como si se tratara de un oscuro latrocinio. "


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