La protección de un sastre (fragmento)Miguel de los Santos Álvarez
La protección de un sastre (fragmento)

"Y... ¡quién lo diría! al mismo tiempo, hay en las mujeres instantes sublimes de amor, manifestado á sus amantes, que el diablo me lleve, si no son sublimes todas las horas de amor, que ellas tienen á sus solas.
¿Cómo no ha de haber entusiasmo y abnegación de sí mismo en un ser espirituoso, delicado y volátil, que ama, que necesita amar, que no puede hacer bien ninguna cosa sino amar, porque para amar sólo vive, y que del amor y sólo del amor se alimenta y saca todas las satisfacciones de su vida?...
Yo no sé si esto será bastante pero por lo menos, á primera vista parece que hay razón suficiente para creer, á pesar de todo, que las mujeres aman con delirio cuando están ellas solas, pensando... ¿en qué pueden ellas pensar sino en sus amores ó en sus vestidos ó en otras cosas así, muy enlazadas con sus pasiones?
Todas estas reflexiones las hago aquí, acaso sin venir á pelo, á propósito de que en este paseo que Rafael dio por la corte se enamoró de él una joven y lindísima muchacha, que puesta á un balcón, de una calle por la cual, nuestra ya conocida pareja, a la sazón pasaba, tuvo la fortuna de encontrar en Rafael todo lo que necesitaba para enamorarse. Cuentan, pues, que le vio y que al punto de verle se prendó de él; pero dicen que se guardó muy bien de dar á entender de ello ni la más mínima cosa, y que antes de dar á Rafael la pequeñísima satisfacción de mirarle con buenos ojos, que no era mucho hacer, atendiendo á que ella estaba frita en pasión y rebozada en deseo, de resultas de esos súbitos bofetones de Cupido; se retiró ella con muy buen cuidado del balcón, con más muestras de enfado que de gusto apenas notó que Rafael, de muy distinta manera, y con muchísimo de interés en el semblante, la flechaba sus dos ojos negros, que con tanto placer se hubiera estado contemplando cuatro ó seis días la enamorada niña.
¿Y quién se lo impidió?... Nadie. En su mano estaba el cumplimiento de su deseo, que era bueno generoso, social, filantrópico y otra porción de cosas más, sin que al mismo tiempo faltara ni en el canto de un duro á la debida compostura y honestidad. ¡Vamos es cosa de desesperarse! "



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