El hundimiento del Titán (fragmento)Morgan Robertson
El hundimiento del Titán (fragmento)

"En medio del rugido del vapor que se escapaba, y el zumbido de las cerca de tres mil voces humanas surgiendo en agónicos gritos y llamadas desde el interior de los muros que las encerraban y el silbido del aire a través de cientos de postigos abiertos (a medida que el agua que entraba por los agujeros del abollado y hendido lado de estribor lo expelía), el Titán se movió lentamente hacia atrás, lanzándose hacia el mar en donde flotó débilmente de lado, como un agonizante monstruo, gruñendo con su herida de muerte.
Una montaña de hielo, sólida y piramidal, se alejó por el lado de estribor a medida que el buque se inclinaba, lo cual hizo que, a medida que caía sobre estribor, casi a lo largo de la cubierta de botes cada pareja de pescantes fuera arrancada, se destrozaran los botes y varios aparejos fueran despedazados con un restallido hasta que, a medida que el buque se vaciaba, tapaba la pila de despojos esparcidos en el hielo al frente y alrededor, con los últimos y rotos montantes del puente. Y bajo esta destrozada estructura, dañada por una arrolladora caída a través de un arco de casi veintidós metros de radio, estaba agachado Rowland, sangrando por una herida en su cabeza y aún aferrando contra sí a la chiquilla, ahora demasiado asustada como para llorar.
Por un esfuerzo de voluntad, despertó y miró a su alrededor. Ante su vista, aún distorsionada y adaptada a distancias más cortas por el efecto de la droga que había tomado, el buque no era más que una mancha en la niebla iluminada por la luna; aún creía poder ver hombres gateando y trabajando en los pescantes superiores, y el bote más próximo, el Nº 24, parecía estar balanceándose por los aparejos. Entonces la niebla se disipó, aunque su posición aún era delatada por el rugido del vapor desde los pulmones de hierro del buque. Esto cesó pronto, dejando tras de sí el intensamente horrible silbido del aire; y cuando, repentinamente, esto también cesó, el subsiguiente silencio roto por los desanimados reportes —conforme los compartimientos se rompían—, Rowland supo que el holocausto se había completado; que el invencible Titán, con casi toda su gente, incapaz de escalar paredes o coronar cimas, estaba bajo la superficie.
Mecánicamente, sus entumecidas facultades habían recibido y grabado las impresiones de los últimos instantes; no podía comprender completamente todo ese horror. Su mente aún estaba agudamente alerta ante el riesgo de la mujer cuya suplicante voz había oído y reconocido; la mujer de sus sueños, madre de la niña que estaba entre sus brazos. Apresuradamente examinó el naufragio. No había un solo bote intacto. Arrastrándose hasta la superficie del agua, llamó, con todo el poder de su debilitada voz a los posibles pero invisibles botes más allá de la niebla — llamándolos para que vinieran y salvaran a la niña y buscaran a una mujer que había estado en la cubierta, bajo el puente—. Gritó el nombre de esta mujer, la única que él conocía, animándola a nadar, a patalear en el agua para flotar sobre el naufragio y para responderle hasta que la encontrara. No hubo respuesta, y cuando su voz se hubo tornado ronca e inútil, y sus pies se hubieron entumecido bajo el frío del hielo que se fundía, regresó al naufragio, hundido y destrozado por la más negra desolación que había llegado a su infeliz vida. La chiquilla seguía llorando, y él trató de calmarla. "



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