El camino de la paz (fragmento)James Allen
El camino de la paz (fragmento)

"Se dice que Miguel Ángel veía en cada bloque de mármol algo bello esperando la mano maestra que lo hiciera real. Asimismo, dentro de cada uno reposa la Imagen divina esperando la mano maestra de la Fe y el cincel de la Paciencia para llevarlo a la manifestación. Y esa Imagen divina se revela y experimenta como Amor inmaculado, caritativo.
Escondido en lo profundo de cada corazón humano, aunque frecuentemente cubierto por un montón de acrecencias duras y casi impenetrables, está el espíritu del Amor divino, cuya esencia santa e inmaculada es inmortal y eterna. Es la Verdad en el hombre, aquello que pertenece al Supremo, que es real e inmortal. Todo lo demás cambia y pasa; solo él es permanente e imperecedero. Plasmar este Amor mediante la práctica diligente de la más alta rectitud, vivir en él y ser plenamente consciente de él es entrar en la inmortalidad aquí y ahora, hacerse uno con la Verdad, con Dios, con el Corazón central de todas las cosas, y conocer nuestra naturaleza divina y eterna.
Para alcanzar este Amor, para entenderlo y experimentarlo, uno debe trabajar con gran persistencia y diligencia sobre su propio corazón y mente; ha de renovar siempre su paciencia y fortalecer su fe, porque habrá mucho que limpiar, mucho que retirar antes de que la Imagen divina sea revelada en toda su gloriosa belleza.
Quien intenta alcanzar y experimentar la voluntad divina será puesto a prueba al máximo. Esto es absolutamente necesario, porque ¿de qué otro modo se podría adquirir esa sublime paciencia sin la que no hay verdadera sabiduría ni divinidad? A medida que siga adelante, todo su trabajo parecerá fútil, y creerá que sus esfuerzos se han desperdiciado. De vez en cuando un toque apresurado arruinará su imagen, y tal vez cuando imagine que su trabajo está casi completo, descubrirá que lo que imaginaba que era la hermosa forma de lo Divino está totalmente destruida, y él debe empezar de nuevo, con la amarga experiencia del pasado, para guiarle y ayudarle. Pero quien ha decidido llegar a la consecución de lo Más Alto no reconoce la derrota. Todos los fracasos son aparentes, no reales. Cada resbalón, cada caída, cada vuelta al egoísmo es una lección aprendida, una experiencia adquirida de la que se extrae un grano dorado de sabiduría que ayuda al esforzado a conseguir su elevado objetivo. Reconocer que con nuestros vicios podemos construir una escalera en la que pisar y dejar bajo nuestros pies cada acto vergonzoso es entrar en el camino que conduce inequívocamente hacia lo Divino, y los fracasos de quien reconoce esto como identidades muertas sobre los que él se alza, usándolos como puntos de apoyo para alcanzar metas más altas. "



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