Años de perro (fragmento)Günter Grass
Años de perro (fragmento)

"A través de Langfuhr y hasta el Prado Juan arrastramos nuestros trineos vacíos. Únicamente Tula se dejaba remolcar de vez en cuando, ora por mí ora por Jenny. Ésta remolcaba a Tula de buena gana y se brindaba a menudo a hacerlo. Pero Tula sólo se dejaba remolcar cuando le venía en gana, y no cuando se le ofreciera. Nos deslizábamos en los Altos de Zingler, en los de Albrecht o por la Gran Pista del Johannesberg, mantenida por la ciudad. Esta pista se consideraba como peligrosa, y yo, niño más bien temeroso, prefería deslizarme por el Prado Juan, de pendiente más suave, que servía de terminal a la Gran Pista. A menudo, cuando en el terreno municipal había demasiado movimiento, nos deslizábamos en aquella parte del bosque que empezaba a la derecha del Jäschkentaler Weg y desembocaba, detrás del Hochstriess, en el bosque de Oliva. La colina por la que nos deslizábamos se llamaba Erbsberg. Desde su cima, una pista de trineo llevaba directamente delante de la quinta de Eddi Amsel del Steffensweg. Nos manteníamos sobre nuestros trineos boca abajo y espiábamos, por entre avellanos cargados de nieve y por entre la hiniesta, que inclusive en invierno huele fuerte.
Amsel trabajaba a menudo al aire libre. Llevaba un jersey rojo vivo. El pantalón de media, rojo asimismo, se metía en unas botas de goma. Un chal blanco de lana, que se cruzaba sobre el pecho del jersey, lo sujetaba por detrás un imperdible llamativamente grande. Roja a su vez, se mantenía tensa sobre su cabeza una gorra de piel con una borla blanca: nos daban ganas de reír, pero no nos atrevíamos, porque habríamos hecho caer la nieve de los avellanos. Trabajaba en cinco figuras, que daban la impresión de huérfanos del Orfanato. Algunas veces, cuando nos manteníamos al acecho detrás de la hiniesta nevada y de las vainas de hiniesta negras, venían al jardín de Amsel algunos huérfanos acompañados de una celadora. En batas gris-azules, bajo gorras gris-azules y con orejeras gris-ratón, posaban, sin padres y tiritantes, hasta que Amsel les daba unos cucuruchos llenos de bombones y los despedía. "



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