Sin familia (fragmento)Hector Malot
Sin familia (fragmento)

"En los jardines, en los matorrales del camino, en los grandes árboles, en todas partes se escuchaba el canto alegre de los pájaros, y delante de nosotros las golondrinas en vuelo rasante perseguían invisibles mosquitos.
Nuestro viaje comenzaba bien, y yo andaba confiado por el camino sonoro; Capi, liberado de su correa, corría alrededor de nosotros, ladrando a los carricoches, ladrando a los montones de guijarros, ladrando por todo y por nada, sólo por el placer de ladrar.
Junto a mí, Mattia caminaba sin decir nada, pensando sin duda, y yo tampoco decía nada para no molestarle y porque quería, también pensar.
¿Adónde iríamos con paso tan decidido?
Había prometido a Lisa visitar a sus hermanos y a Etiennette antes que a ella, pero no me había comprometido con respecto a quién visitar primero: ¿Benjamín, Alexis o Etiennette? Podía comenzar por uno u otro, a mi gusto, es decir, por las Cevennes, la Charente o la Picardía.
Puesto que había salido por el sur de París, era evidente que no sería Benjamín quien recibiría mi primera visita, pero tenía que elegir entre Alexis y Etiennette.
Yo tenía una razón que me había decidido a dirigirme, primero, hacia el sur y no hacia el norte: el deseo de ver a mamá Barberin.
Aunque he pasado tanto tiempo sin hablar de ella no hay que pensar que la hubiera olvidado, como un ingrato.
Tampoco debe pensarse que fuera un ingrato porque no la hubiera escrito desde que nos habíamos separado.
Muchas veces yo había pensado en escribirla para decirle: 'Pienso en ti y te sigo queriendo con todo mi corazón'; pero el miedo a Barberin, un miedo horrible, me lo había impedido. ¿Y si Barberin me encontraba gracias a mi carta, si se apoderaba de nuevo de mí, si me vendía a un nuevo Vitalis, que no sería ya Vitalis? Sin duda tenía derecho a hacerlo. Y pensando eso yo prefería que mamá Barberin me acusara de ingratitud antes que correr el riesgo de caer de nuevo en las garras de Barberin, y que él usara su autoridad para venderme de nuevo o para hacerme trabajar a sus órdenes. Prefería morir –morir de hambre–, antes que afrontar semejante peligro cuya sola idea me acobardaba. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com