Acontecimientos de la irrealidad inmediata (fragmento)Max Blecher
Acontecimientos de la irrealidad inmediata (fragmento)

"Un día hice un descubrimiento sorprendente: lo que yo tomaba por color borroso no era otra cosa sino un amasijo de letras minúsculas, legibles sólo con la ayuda de una lupa.
En todo el dibujo no había un solo trazo hecho a lápiz o a pincel; todo era un apelotonamiento de palabras en las que se contaba la biografía del rey y de la reina.
Mi estupefacción trastocó de repente mi modo de entender los grabados. En lugar de suspicacia por el arte del grabador, nació una admiración sin límites.
Además, me disgustó el no haber observado antes la calidad esencial del cuadro y me entró una gran inseguridad respecto a todo lo que veía: si durante muchos años había contemplado los dibujos sin descubrir, no obstante, la forma como los habían hecho, ¿acaso no podría ocurrir que, por una miopía similar, se me escapara el sentido de todas las cosas que me rodeaban, aunque este estuviese inscrito en ellas quizá de una forma tan clara como las letras que conformaban los dibujos?
Las superficies de las cosas que me rodeaban captaron, de pronto, brillos extraños y opacidades inseguras, como las de las persianas, opacidades que se vuelven transparentes y nos presentan de golpe la profundidad de una habitación cuando se enciende una luz detrás de ellas.
Pero detrás de las cosas no se encendió nunca ninguna luz y permanecieron siempre presas en su propio volumen que las encerraba herméticamente, aunque a veces ese volumen parecía perder grosor y dejaba entrever su verdadero sentido.
En la casa también había otras curiosidades que le pertenecían sólo a ella. Por ejemplo, el aspecto de la calle vista desde las ventanas.
Como los muros de la casa eran muy gruesos, los huecos de las ventanas eran muy profundos y formaban una especie de nichos donde se estaba muy cómodo.
Me instalaba en uno de ellos como en una habitacioncita de cristal y abría las ventanas que daban a la calle.
La intimidad del nicho y el placer de mirar a la calle desde una postura agradable me daban la sensación de estar en el interior de un vehículo de esas mismas dimensiones, repantigado en asientos mullidos y con ventanillas por las que veía distintas ciudades y paisajes desconocidos, mientras el vehículo iba recorriendo el mundo.
En cierta ocasión en la que mi padre me contaba recuerdos de su infancia, le pregunté cuál había sido su deseo secreto más ardiente y él me contestó que poseer un vehículo portentoso donde pudiera recorrer repantigado todo el mundo.
Yo sabía que, durante su infancia, él dormía en la habitación de la planta alta con ventanas que daban a la calle y le pregunté si le gustaba tumbarse en los huecos de las ventanas para mirar a la calle. "



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