Gertrudis (fragmento)Hermann Hesse
Gertrudis (fragmento)

"Nos acercamos al piano y ella me dio el cuaderno que contenía la pulcra transposición debida a su fina mano. Empecé a tocar con suave pulsación para escuchar mejor a la joven. Cantó primero un lied y luego otro. Oyéndola, mi música se me antojó transfigurada, como envuelta en magia. Su voz era leve, como canto de pájaro, de timbre alto, aérea, deliciosa: lo más hermoso que mis oídos habían percibido. Aquella voz se adentró en mi alma como el viento del Sur en un valle nevado; cada sonido me aligeró más y más el corazón; me iba sintiendo transportado, como si me sublimara en el aire. Tuve que luchar contra aquella sensación y endurecerme, pues la vista se me llegó a empañar con lágrimas y no veía las notas.
Había creído poco antes saber lo que era el amor, y por ello me había tenido por sabio, contemplando el mundo con nueva visión y nuevo consuelo y sintiendo una participación más profunda, íntima, en todo lo tocante a la vida. Pero en aquel momento todo cambiaba. Lo que había sido claridad, calma, consolación, era ya tormenta y fuego; mis entrañas se estremecían de júbilo y nada querían saber ya de la vida: ansiaban sólo consumirse en las llamas de la vida. Si ahora se me preguntase qué era el amor, yo creía saberlo y podría decirlo, pero mi respuesta sería a la vez oscura y ardiente.
La voz de Gertrudis seguía elevándose ligera, como una bendición, por encima de mis pensamientos; pareció aclamarme alborozada y anhelar sólo mi alegría; pero finalmente voló y se alejó de mí hasta alcanzar alturas ignotas, casi extrañas, inasequibles.
Ahora sabía yo a qué atenerme. Que ella cantara, que estuviera amable y bien dispuesta... eso no bastaba. Si no había de ser mía, totalmente mía para siempre, mi vida sería vana y todo cuanto en mí había de bueno, sensible y privativo carecería de sentido. Advertí su mano en mi hombro. Trémulo, la miré a los ojos claros largamente. Mientras su mirada era seria, ella se sonreía ruborizada.
Le di las gracias: fue lo único que pude decir. No comprendió lo que se fraguaba en mi interior; sólo sintió y entendió que estaba conmovido y supo hallar discretamente la vía de regreso a la serenidad y libre juego de la conversación anterior. Me marché en seguida. "



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