El hombre solo (fragmento)Bernardo Atxaga
El hombre solo (fragmento)

"Carlos se vio obligado a interrumpir su contemplación. Sentía el cuerpo pesado, y le fatigaba mantenerse quieto y de pie. Recogió el libro de la alfombra y fue hacia su habitación. Tenía que dejarse de contemplaciones y bajar sin tardanza a la panadería.
Con todo, y a pesar de la prisa, no pudo reprimir el deseo de echar una última mirada al libro. Lo apoyó en el escritorio y lo abrió al azar.
La calma noble y poderosa del amanecer se extiende sobre el adoquinado vulgar de la calle, leyó entonces. Era el párrafo de una carta enviada desde la prisión de Zwickau. Más arriba, en los cristales, centellean los primeros rayos dorados del nuevo sol, y aún más arriba, unas pequeñas nubes vaporosas, teñidas de rosa, nadan en el cielo gris de la ciudad. Me vienen a la memoria mis tiempos juveniles. En aquella época creía que la verdadera vida estaba en algún otro sitio, muy lejos, al otro lado de los tejados de la ciudad. Desde entonces viajo en persecución de esa vida. Pero siempre se me oculta tras algún tejado.
Eran, el de Rosa Luxemburgo y el suyo, dos amaneceres hermanos, y Carlos sonrió por la coincidencia. Le pareció que auguraba algo bueno. Luego, una vez que se hubo vestido con las ropas de trabajo —vaqueros raídos, chaqueta de tela de mahón, zapatillas blancas— decidió llevarse el libro consigo y lo guardó en el bolsillo. Sí, a todos los viajeros les venía bien un talismán, y aquella colección de cartas escritas por Rosetta podía ser el suyo hasta que —de asterisco en asterisco, de peligro en peligro— alcanzara el umbral de una nueva vida.
Antes de abandonar la habitación se detuvo ante el escritorio, y tomando de nuevo la carta dirigida a Guiomar la extrajo del sobre y le agregó una posdata: Cuando llegue el momento de repartir o administrar mis bienes, no olvides a Pascal Acto seguido, sacó del cajón la cuartilla con el dibujo de los asteriscos y se la metió en uno de los bolsillos del pantalón. "



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