El cristianismo al descubierto (fragmento)Barón de Holbach
El cristianismo al descubierto (fragmento)

"Se nos dirá sin duda que la religión, lejos de contradecir a la moral, le sirve de apoyo y hace sus obligaciones más sagradas, otorgándoles la sanción de la divinidad. Respondo que la religión cristiana, lejos de apoyar la moral, la vuelve titubeante e incierta. Es imposible fundar sólidamente la moral sobre las querencias de un Dios cambiante, parcial, caprichoso, que ordena del mismo modo la justicia y la injusticia, la concordia y la masacre, la tolerancia y la persecución. Afirmo que es imposible seguir los preceptos de una moral razonable bajo el dominio de una religión que hace un mérito del celo, el fervor y el fanatismo más destructor. Afirmo que una religión que nos ordena imitar a un déspota que se place en tender trampas a sus súbditos, es implacable en sus venganzas y quiere que todos cuantos tienen la desgracia de disgustarle sean exterminados es incompatible con cualquier moral. Los crímenes con los que el cristianismo se ha manchado más que todas las otras religiones sólo han tenido como pretexto complacer al Dios feroz recibido de los judíos. El carácter moral de este Dios debe regular, necesariamente, la conducta de quienes lo adoran. Si este Dios es cambiante, sus adoradores cambiarán, su moral será fluctuante y su conducta arbitraria seguirá a su temperamento.
Todo esto puede indicarnos el origen de la incertidumbre en que se encuentran los cristianos cuando se trata de examinar si es más conforme al espíritu de su religión tolerar que perseguir a quienes difieren de sus opiniones. Ambas actitudes encuentran igualmente en la Biblia órdenes precisas de la divinidad que autorizan conductas tan opuestas. En cierto momento, Yaveh declara que odia a los pueblos idólatras y que deben ser exterminados y, luego, Moisés prohíbe maldecir a los dioses de las naciones, mientras que el hijo de Dios condena la persecución tras haber dicho él mismo que hay que forzar a los hombres a entrar en su reino. Sin embargo, la idea de un Dios severo y cruel causa en el espíritu una impresión más fuerte y profunda que la de un Dios bonachón. Por ello, los verdaderos cristianos se han creído casi siempre obligados a mostrar gran celo contra aquéllos a quienes han supuesto enemigos de su Dios. Se han imaginado que no podían ofenderle poniendo un ardor excesivo en su causa. Cualesquiera que fuesen sus órdenes desde el más allá, casi siempre han creído más seguro para ellos perseguir, atormentar y exterminar a quienes veían como objetivos de la cólera celeste. La tolerancia sólo fue admitida por los cristianos descuidados y poco celosos, de un temperamento poco análogo al Dios a quien servían. "



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