El cacique (fragmento)Luis Romero
El cacique (fragmento)

"El finado, entretanto, se ha ido apropiando poco a poco de lo de todos; tonto no lo ha sido, miraba para su casa y no para la de los demás. De jóvenes, andábamos siempre juntos. ¿Usted conoce, aunque sea de oídas, a la madre de Rosita la modista? Está imposibilitada, no sale a la calle; hace una eternidad que no la veo, como si se hubiera muerto, igual, o como si me hubiese muerto yo, que para el caso es lo mismo. En aquel tiempo era una real moza, alta, morena, bien plantada. El difunto gozaba de un paladar fino, hay que reconocérselo. La madre de Rosita tenía una íntima amiga de su misma edad, y… ¿para qué voy a contarle? No puedo decirle su nombre; la pobre murió, pero sus hijos viven y usted les conoce… Los cuatro éramos jóvenes; los sábados por la noche saltábamos por la parte de atrás de la casa y allá nos quedábamos hasta las tantas. Mucho nos reíamos entonces, que no hay nada comparable a la juventud, y ellas, las dos, eran alegres como cascabeles.
Se sirve una copa de agua y se la bebe a grandes sorbos. En las comisuras de los labios le blanquea la saliva. Los dedos son largos, nudosos, rematados por uñas descuidadas y sucias; profundos surcos corren entre las venas, azules e irregulares. Las solapas están manchadas de la ceniza que le cae de un cigarrillo apagado, que tan pronto lo tiene entre los labios, tan pronto lo coge con el pulgar y el índice izquierdo. "



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