Vía férrea (fragmento)Aharon Appelfeld
Vía férrea (fragmento)

"Me pagó una cantidad razonable por la Hagadá y le prometí estudiar hebreo. Sólo cumplo en parte esa promesa. La maleta pesa mucho con el diccionario de Grozovsky, y por las noches estoy cansado. Es verdad que llevo en la maleta varios libros y a veces me intereso por ellos, pero sólo consigo estudiar de verdad con el rabino Simmel.
El tesoro que he mencionado incluía libros valiosos y raros: libros de cábala y de exégesis. Cuando los puse encima de la mesa, el rabino Simmel me abrazó y gritó: «Son un tesoro, son un gran hallazgo. Escribiré a Gershom Scholem a Jerusalén y vendrá a visitarme».
No todos los años me sonríe la suerte. Hay años que me destrozo los pies yendo de un mercado a otro y no encuentro nada que merezca la pena. En los puestos se exponen libros de texto rotos y sucios, los almacenes están repletos de muebles carcomidos, y viejos caballos, destinados a la venta, permanecen hacinados junto a los establos mientras sus dueños, llevados por la desolación, los golpean sin piedad.
Entonces, sin escapatoria alguna, huyo hacia el agua, me siento al borde del lago y observo el vuelo bullicioso de las ocas salvajes. No siempre da resultado. Cuando la melancolía me atrapa en el campo, necesito aturdirme al instante. A veces, sin más remedio, me tomo una botella entera, me emborracho y me quedo hecho un guiñapo.
Tras siete u ocho horas durmiendo de un tirón, me despierto, abro los ojos y una especie de claridad se expande ante mí como un horizonte, entonces toda la región, sus colinas y sus valles, parece estar en la palma de mi mano y oigo una voz que me dice: «¿Por qué no vas a Jugendorf? Allí no hay mercado, pero en la plaza de la Diputación ponen objetos y libros a la venta. Ve allí». Esa voz nunca me ha fallado. Hace dos años encontré en Jugendorf un par de palmatorias, no eran antiguas, pero su belleza me cautivó al instante. "



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