El brujo del cuervo (fragmento)Ngugi wa Thiong'o
El brujo del cuervo (fragmento)

"Era una canción que ayudaba a contar hasta diez, pero la lógica residía en el ritmo, no en el significado de las palabras. Nuevamente rieron juntos, y cuando se miraron a los ojos se quedaron de pronto sin habla. Reanudaron el camino en silencio, sobrecogidos por el brillo que habían visto en los ojos del otro.
El amor estaba en todas partes: en las ramas de los árboles, de donde colgaban los nidos de los tejedores; en el helecho donde una viuda de cola larga había dejado dos largas plumas negras; en el murmullo del río Eldares, que fluía hacia el este antes de convertirse en una rugiente cascada; en los rayos de sol, que atravesaban la cortina de agua y se dividían en los siete colores del arco iris; en las mansas aguas de un pequeño lago formado por el río, donde Kamĩtĩ y Nyawĩra se bañaban en esos momentos, nadaban y se perseguían, salpicándose agua uno al otro; en las encinas, los amores de hortelano y otras plantas, cuyas flores y semillas se quedaban adheridas a sus ropas húmedas; en el movimiento de los puercoespines y los erizos; en las alas de las crestadas gallinas de Guinea, y en los francolines que se escabullían tras echar una mirada de soslayo a la pareja; en las abejas y mariposas que saltaban de flor en flor; en los arrullos de las palomas; en los gritos de apareamiento de las ranas de río ocultas entre los juncos y los nenúfares. El amor estaba allí, entre las plantas trepadoras que se enroscaban alrededor de los troncos de los árboles, y, sí, en las moras, de las que cogían algunas para ofrecérselas mutuamente. El amor estaba en la brisa que agitaba con suavidad las hojas. El amor estaba dondequiera en la selva, pero ni Nyawĩra ni Kamĩtĩ pronunciaban su nombre.
Más tarde, sentados en la tierra con la espalda apoyada contra el tronco de un sicomoro, bebieron chocolate y por momentos guardaban silencio, cada uno perdido en un mundo propio, pensando los mismos pensamientos, y de vez en cuando se permitían cruzar algunas palabras. El amor los había seguido hasta allí bajo la forma de la luz de la luna, que iluminaba las hojas y creaba dibujos de luz y sombra en el suelo y en su cuerpo. No obstante, eran incapaces de pronunciar su nombre ante el otro y aun de decirlo silenciosamente para sí mismos. "



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