Ángeles e insectos (fragmento)A.S. Byatt
Ángeles e insectos (fragmento)

"Recogió los tristes despojos de su valerosa oponente, y siguió su camino, siempre hacia el interior, cargando con el cuerpo muerto por delante de ella. Esto debió de confundir tanto a las habitantes del nido, debió de enmascarar con tanta eficacia su rareza, su olor extraño, que esta Medea fue capaz de introducirse en una grieta contigua a la cámara misma donde dormían las reinas del nido de cristal. Allí se quedó, con el cuerpo enemigo atravesado en el umbral, inmóvil y alerta. Nos tememos que también hambrienta, porque no la vimos alimentarse durante todo ese tiempo. Y entonces, un día, empezó a socavar el terreno otra vez, obedeciendo a algún consejero interior en lo referente a lo que había tras la delgada pared que estaba destruyendo, hasta que, finalmente, irrumpió en la cámara de las soberanas, donde sus esclavas se dedicaban a lamer aquellos cuerpos enormes y a llevarse sus huevos a la cámara de cría. La reina roja miró a su alrededor, y avanzó dispuesta a atacar. Las reinas negras estaban hinchadas de huevos y nadando en el lujo de su harén. No contaban con tener que luchar, y no tomaron represalias con una furia equivalente a la fuerza desarrollada en el asalto por la agresora, que enseguida había montado encima de una desgraciada y le cortaba la cabeza con un preciso movimiento de sus mandíbulas. Se produjo cierta agitación y cierto desconcierto entre las doncellas de las cámaras de cría y las de las damas, pero ninguna se enfrentó a la regicida, que se quedó exhausta un rato, sin librar de su abrazo mortal a su adversaria.
Y durante muchos días más siguió sin librarla de su abrazo. Comenzó a moverse con mayor libertad por la cámara, pero siempre a caballo, por así decirlo, de la cáscara sin vida de su rival, como si fuera un fantasma, o un demonio que poseyera y animara la marioneta de una reina. Y entonces puso sus primeros huevos, que fueron servilmente recogidos y transportados hasta su cuna por las esclavas de las hormigas de los bosques, exactamente como si aquella farsante, aquella impostora, fuera la verdadera heredera de la asesinada. El aspecto de los huevos difiere considerablemente de los de sus rivales, pero parece que eso no supone ninguna diferencia para las nodrizas, que los «reconocen» por los escasos rastros del olor de la pobre madre muerta que aún quedan en su asesina. Y las criaturas rojas crecerán entre las negras y, durante un tiempo, trabajarán juntas y, quién sabe, tal vez lleguen a ser más numerosas que las hormigas de los bosques, y puede que el palacio cambie de forma, y la colonia, en su estado actual, muera. O quizá se pierda el linaje, y el nido de cristal vuelva a manos de sus soberanas anteriores. Esperaremos año tras año, estación tras estación, a que el reino subterráneo nos revele su historia secreta. "



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