La puerta abierta (fragmento)Margaret Oliphant
La puerta abierta (fragmento)

"No sé cómo me las arreglé para llegar a casa; ya no sentía indiferencia hacia aquella cosa, fuera lo que fuera, que rondaba por las ruinas. Mi escepticismo se había disipado como la niebla. Ahora estaba firmemente convencido, al igual que Roland, de que allí había algo; y no quería engañarme a mí mismo pensando que había sido una alucinación. Hay movimientos y sonidos en la naturaleza perfectamente comprensibles, como el crujido de las pequeñas ramas en la escarcha, o la gravilla del sendero, que a veces producen un efecto tan fantástico que uno se pregunta intrigado quién lo ha producido; pero esto sucede cuando no hay un verdadero misterio. Les aseguro que estos efectos son incomparablemente más turbadores cuando se sospecha que hay algo. Yo distinguía y comprendía aquellos sonidos; pero no comprendía el susurro. No era una simple manifestación de la Naturaleza; había una intención, un sentimiento…, el espíritu de una criatura invisible. Ciertamente, la naturaleza humana se estremece cuando se enfrenta con un hecho semejante. Era la manifestación de una criatura invisible, donde perduran aún sensaciones, sentimientos, una capacidad de expresarse a sí mismo.
Ahora no tenía la necesidad imperiosa de dar la espalda al escenario de los acontecimientos que había experimentado al ir hacia las cuadras, pero corrí a casa impelido por el deseo de hacer lo que fuera preciso para descifrar el misterio.
Cuando llegué, Bagley estaba en el salón, como de costumbre. Siempre estaba allí a esa hora de la tarde, aparentando estar muy ocupado, pero yo sabía que jamás hacía nada. La puerta se abrió y me precipité jadeando en el interior. Sin embargo, la serenidad de su mirada cuando vino a ayudarme a quitarme el abrigo me tranquilizó por un momento. Cualquier cosa que se apartara de la normalidad, cualquier cosa incomprensible o ilógica se desvanecía en presencia de Bagley. Si ustedes lo vieran, se maravillarían de su compostura: la perfección de la raya de sus cabellos, el modo de anudarse la corbata en el blanco cuello, la caída de los pantalones: todo perfectas obras de arte. Pero lo que marcaba la diferencia es que cualquiera podía ver cómo estaban realizadas. Me arrojé literalmente sobre él, sin darme cuenta del enorme contraste que existía entre la moderación de este hombre y la clase de asunto que yo iba a proponerle. "



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