Las hijas de la lluvia (fragmento)André Savignon
Las hijas de la lluvia (fragmento)

"Barba sentía un gran afecto por Gwalgrac'h, la parte de la costa norte, flanqueada a la izquierda por la isla Keller y a la derecha por el cabo Cadoran. El acantilado, en aquel lugar, está cortado a pico, abierto en anchas muescas por las cuales se precipita el agua con un sordo rumor. Unas profundas grutas añaden todavía más misterio al de ciertas radas que, desde lo alto, apenas se pueden alcanzar con la mirada. Aquí y allí, dos o tres pequeñas ensenadas, a las cuales se llega por caminos de cabra, sirven de abrigo a las canoas.
Barba vagaba a menudo por estos parajes. Le gustaba sorprender la algarabía de los pájaros marinos. Allí, como en otras partes, los corderos lanzaban al cielo sus roncos balidos y pacían una hierba fina y espesa que formaba un muelle tapiz para los pies. Sobre todo, la encantaba la vista de Keller. Se divisaba una solitaria casa habitada por un misántropo cuya única distracción consistía en comunicarse con Ouessant disparando un fusil, tan pronto como veía a través de su catalejo una figura conocida.
Una costa temida por los navegantes, y que se extiende hasta la boya Callet, prolonga el islote hacia el Nordeste. Son incontables los barcos que (desde tiempo inmemorial, se han perdido en estos bajíos, y los que, huyendo del mal tiempo y queriendo refugiarse en la bahía de Béninou, han sido precipitados por las corrientes sobre Keller o sobre Cadoran. Dos meses antes, se había perdido un vapor allí. Ahora descansaba, sesenta metros bajo el nivel de las aguas más profundas, a media milla de la punta nordeste de Keller.
Una mañana de septiembre, con el tiempo tranquilo, pero cargado de niebla, el vigía de Keller divisó repentinamente, destacándose del panorama gris, un gran vapor que navegaba a toda velocidad en dirección a la isla. El hombre hizo sonar su trompa para advertir a los navegantes del peligro que corrían. Pero ya era demasiado tarde: el barco chocó con un escollo a flor de agua y se partió, junto al sector nordeste de Keller. En el mismo instante, los habitantes de la costa septentrional de Ouessant oyeron un choque violento, seguido inmediatamente por un brusco descenso de presión. Un pescador de Gwalgrac'h subió a su barca y, guiado por las voces, remó hacia el lugar, muy próximo, pero todavía invisible, donde el barco acababa de naufragar. Era un «tramp» austríaco, el Marimba, de unos ciento veinte metros de eslora y seis mil toneladas. Había sido construido en Sunderland, en 1901, y acababa de salir de Newcastle con un cargamento de carbón.
El capitán se enteró por el pescador de que estaba en Ouessant; luego, el segundo descendió a tierra y, guiado por el isleño, llegó a Stiff para telegrafiar la noticia del naufragio. Los insulares llegaron de todas partes. El síndico, el señor Péqueux, fue el único autorizado a subir a bordo. Estableció la posición del barco. Un poco de marea bastaba para que a la bajamar el barco se partiera en dos. La situación amenazaba con ser todavía más peligrosa si venían vientos del Norte, porque, en este caso, el mar choca furiosamente contra Keller, y las mareas, unidas a la corriente del brazo de mar que separa Keller de Ouessant forman un impetuoso remolino. Para aligerar la parte dañada, lanzaron al agua un centenar de toneladas de carbón, sin beneficio apreciable. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com