El olor del pasado (fragmento), de Habitaciones y otras piezas brevesNatsume Soseki
El olor del pasado (fragmento), de Habitaciones y otras piezas breves

"A partir de aquel momento me impuse por norma general tomar el té con K en su habitación. A la hora de comer a menudo íbamos juntos a uno de los restaurantes locales. K siempre pagaba la cuenta. Decía que había venido a investigar la construcción de puertos o algo por el estilo, y tenía un montón de dinero. En la casa tenía un aspecto extremadamente confortable vestido de punta en blanco con su bata de satén de color castaño elegantemente bordada. Yo, en cambio, todavía llevaba el traje más bien mugriento con el que había partido de Japón y tenía un aspecto lastimoso. K dijo que no podía seguir así y me prestó dinero para comprarme ropa nueva.
Durante dos semanas, K y yo charlamos sobre diversas cosas. Dijo: «¡Voy a formar un Gabinete Keio!». Al parecer, el gabinete estaría formado exclusivamente por personas nacidas en el período Keio, y por eso se llamaría el «Gabinete Keio». K me preguntó en qué año había nacido y, cuando respondí que en el tercer año de Keio, se rió y dijo que esto me cualificaba para formar parte del gabinete. Creo recordar que él nació en el primero o en el segundo año de Keio. Si yo hubiera nacido sólo un año más tarde, habría perdido el derecho de manejar las riendas del poder con él.
Mientras nos divertíamos con tales conversaciones, de vez en cuando surgía el cotilleo sobre la familia de abajo. K siempre fruncía el ceño y movía la cabeza. Decía que compadecía mucho a la niña Agnes. Agnes llevaba el carbón a la habitación de K por la mañana. Por la tarde le llevaba té, mantequilla y tostadas. Lo llevaba en silencio, lo dejaba y se marchaba. Cuando quiera que uno la mirara, su cara estaba siempre pálida, y saludaba sólo con sus ojos grandes y húmedos. Aparecía como una sombra y desaparecía como una sombra. Sus pisadas nunca hacían ruido.
En una ocasión anuncié a K que la casa era tan desagradable que estaba pensando en marcharme. Estuvo de acuerdo conmigo respecto a la casa, aunque añadió que, como él estaba siempre viajando de un lado para otro para hacer sus investigaciones, la casa no le molestaba, pero advirtió que para alguien como yo sería mejor instalarse en un lugar más confortable y estudiar. En aquel momento dijo que iba a cruzar al otro lado del Mediterráneo, y estaba muy ocupado con sus preparativos para el viaje.
Cuando llegó el momento de dejar la casa, la solterona me imploró desesperadamente que me quedara. Dijo que me reduciría el alquiler e incluso dijo que mientras K estuviera fuera podría utilizar su habitación, pero terminé trasladándome al sur. Al mismo tiempo K se marchó lejos. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com