Tristán (fragmento)Thomas Mann
Tristán (fragmento)

"Y acertó; puesto que el señor Spinell hizo saber que aquella tarde tenía intención de trabajar (le gustaba emplear la palabra "trabajar" para designar sus dudosas actividades). Por otra parte, nadie lamentó que se quedara, tampoco causó pesar la decisión de la consejera Spatz de quedarse y hacer compañía a su joven amiga, porque viajar la mareaba.
Inmediatamente después del almuerzo, que hoy excepcionalmente había tenido lugar hacia las doce, los trineos se detuvieron frente al sanatorio, y los huéspedes rebullían, en animados grupos, por el jardín, embozados en ropas de abrigo, llenos de curiosidad e impaciencia. La señora Kloterjahn estaba en compañía de la consejera Spatz junto a la puerta de vidrio, que daba a la terraza - y el señor Spinell tras la ventana de su habitación - para contemplar la partida. Miraban las pequeñas luchas que se desarrollaban, entre bromas y risas, para ocupar los mejores sitios, veían cómo la señorita de Osterloh, con una palatina en el cuello, corría de un trineo a otro para colocar cestas de provisiones bajo las asientos, cómo el doctor Leander, con la gorra de piel metida hasta la frente, contemplaba una vez más el grupo a través de sus brillantes gafas, y, tras tomar asiento, daba la señal... Los caballos arrancaron, dos señoras chillaron y cayeron hacia atrás; los cascabeles repicaron, los látigos de mango corto chasquearon y sus largas trallas se arrastraban por la nieve, tras las varas de los trineos. La señorita de Osterloh estuvo de pie, junto a la verja del jardín, agitando su pañuelo, hasta que los resbaladizos vehículos desaparecieron tras una revuelta del camino, dejando tras de sí su alegre eco. Luego atravesó de nuevo el jardín, para correr a sus obligaciones. Las dos damas se alejaron de la puerta de vidrio, y, casi al mismo tiempo, el señor Spinell abandonaba su mirador."



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