Los Peor (fragmento) "Así llegó el niño al año y le fue celebrado primero en una ceremonia organizada por Jerónimo, de la que nadie entendió nada, y después en una fiesta con helados y un gran queque cocinado por Consuelo, en el que se colocó una candelita; y llevaron todos sombreritos puntiagudos y colgaron guirnaldas del cielo raso del comedor, cantaron cumpleaños feliz y las muchachas le regalaron juguetes. Después de ese día, la madre de Polifemo comenzó a salir sola de la pensión. Hasta entonces sólo salía una vez por semana para acompañar a Consuelo al mercado y no porque fuera de gran ayuda: Consuelo no la necesitaba, ella sola levantaba dos bolsas enormes cargadas hasta arriba y sola las llevaba hasta la pensión que no quedaba lejos. La muchacha comenzó a aventurarse por las calles de cuando en cuando. Empezó por los alrededores de la pensión y así fue ampliando su mundo en espiral, hasta dominar el centro de la ciudad. Le gustaba salir a ver vitrinas y las primeras veces se detuvo largamente frente a los escaparates tratando de comprender cómo hacían esas muchachas para quedarse inmóviles horas de horas luciendo las prendas. Cuando comprendió que eran maniquíes se sintió tonta, más aún de haberse sonrojado tantas veces al verlas completamente desnudas o en ropa interior, así y no más, sin sentir ni vergüenza. Le gustaba ver los edificios y a la gente tan elegante por las calles. Antes no había estado nunca en la ciudad porque su padre se lo tenía terminantemente prohibido a ella y a sus hermanas porque creía que las muchachas que iban a la ciudad caían en perdición, por eso ella, a sus dieciséis años, vino a conocer tardíamente la capital. Con lo que ganó en un año ejerciendo su nueva profesión, se compró un televisor a colores; se volvió fanática de las telenovelas y las comentaba a la hora de almuerzo: -¡No ve, doña...!-, le decía a Consuelo, -ques que ese chiquito ya está cumpliendo tres años... Cren que uno tiene güecho, no hace ni dos meses que nació y ques que ya va a cumplir tres años. Vea...-, decía sacando cuentas con los dedos, -julio, agosto y... ¡apenas tiene dos meses y medio...!- Consuelo reía a carcajadas con sus dientes blanquísimos y le daba toda la razón. Las demás muchachas la fueron entrenando poco a poco en aquello del manejo del tiempo y el espacio en la televisión, cosa que aprendió lentamente. También comenzó a salir con otras compañeras y fue aprendiendo a bailar en los salones de baile de la estación de autobuses de las rutas rurales. Ahí poco a poco, se fue comprando ropa en las tiendas baratas, que ella hallaba grandes y elegantes, y le compraba ropa al niño. Sin darse cuenta ni en qué momento, la madre de Polifemo llegó a conocer San José al dedillo y le parecía fascinante, todo lo encontraba lindo y distinguido, decía ella. Para las lluvias se compró una sombrilla grande de muchos colores y para el sol unos anteojos oscuros que le gustaron en una venta callejera. Consuelo trataba de convencer a Jerónimo de la inocencia de aquella muchachita; él entendía claramente, pero no podía hacerse a la idea de que cada vez que él diera media vuelta, ella castigara a su hijo. " epdlp.com |