Dios ha nacido en el exilio (fragmento)Vintila Horia
Dios ha nacido en el exilio (fragmento)

"Seguía al pez y me invadía una gran felicidad. Esa forma que nadaba suavemente iluminada por el rayo de luz que venía de arriba, me guiaba hacia el objetivo que ignoraba yo un momento antes y que ahora me resultaba claro y conocido sin que este conocimiento se me hiciera visible o presente. Había encontrado un camino que durante toda mi vida había buscado inútilmente. Todas las demás formas indefinidas que me rodeaban avanzaban en la misma dirección. Subíamos un poco hacia la superficie, pero yo sabía que esa superficie no era la del mar y que arriba no encontraríamos el aire, ni el viento, ni la vida y sus aspectos cotidianos. Luego, de pronto, se perfiló una sombra a la lejos, delante de mí y del pez. Era como si alguien se encontrase allí arriba y la sombra de su cuerpo, proyectada por el sol o por la luz de aquel espacio desconocido, se sumergiese sin perder en el agua su contorno. Era la sombra de un hombre y, a medida que avanzaba yo hacia ella, me daba cuenta de que estaba hecha de una luz más intensa que la del rayo de sol y la claridad que me rodeaba. Esa luz formaba, en cierto modo, su consistencia. Me decía a mí mismo: «Ya he llegado. Ya estoy, por fin, en el término de mi viaje», y me preparaba para el descenso como si esa sombra -quiero decir esa luz- fuera un puerto en el que hubiese de encontrar cuanto hasta entonces había buscado inútilmente. Una sacudida. El pez desapareció, tragado por la luz de forma humana. Pensé: «Mi barca ha llegado a la orilla. » Y era cierto, pero se trataba de la verdadera barca, aquella en la que me había dormido, y de la orilla verdadera. La pesca había terminado. "


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