Servidumbre humana (fragmento)William Somerset Maugham
Servidumbre humana (fragmento)

"Había muchos estudiantes de las distintas facultades y una cantidad de empleados y dependientes de tiendas que llevaban sus trajes de diario comprados hechos o bien taits de pretensiones. Tenían el sombrero puesto, ya que, habiendo entrado con él en la sala, no habían encontrado sitio donde dejarlo. Entre las mujeres algunas parecían criadas y otras paseantes de acera, mal maquilladas, pero la mayor parte eran modistillas y dependientas vestidas pobremente, con vestidos que intentaban imitar cuanto podían a los de los elegantes almacenes de la otra orilla. Las profesionales buscaban parecerse a la cancionista o a la bailarina que estaba de moda en aquel momento y llevaban una gran cantidad de negro debajo de los ojos y un rojo inverosímil en las mejillas. La sala aparecía iluminada por enormes lámparas blancas colocadas muy bajas, que acentuaban las sombras sobre los rostros, endureciendo las facciones y haciendo aparecer los colores más crudos. Apoyado en la balaustrada, Philip miraba hacia abajo sin oír la música. Las parejas bailaban sin descanso, dando vueltas lentamente alrededor de la sala, hablando poco y dedicando toda su atención a la danza. Los rostros relucían de sudor. A Philip le pareció que todos habían olvidado la máscara que esconde por lo general la verdadera personalidad, y ahora los veía como eran realmente. En aquellos momentos de abandono todos tenían una extraña expresión animal. Unos parecían lobos, otros zorros y otros poseían el rostro largo y estúpido de la oveja. La piel de todos era fláccida a causa de la vida malsana y de la pobreza. Sus facciones estaban marchitas y sus ojos esquivos poseían una expresión astuta. Para todos la vida era una sucesión de intereses mezquinos y pensamientos bajos. La atmósfera, pesada, despedía un acre olor a humanidad. Pero bailaban sin tregua, como si fueran arrastrados por una extraña fuerza interior, por una invencible obsesión de gozar del placer. Todos intentaban evadirse desesperadamente, zafarse de un mundo de horrores. El deseo de gozar, que según Cronshaw era el único móvil de toda acción humana, los impelía ciegamente. Y la misma vehemencia del deseo parecía como si restase a éste toda posibilidad de placer. Se hubiera dicho que los arrastraba un fuerte viento, sin saber adónde y sin saber por qué. Parecían bailar como si las tinieblas eternas estuvieran bajo sus pies. El silencio con que lo hacían producía un vago terror; era como si la vida los aterrorizase quitándoles la facultad de hablar, de modo que el grito del corazón quedase estrangulado en la garganta. "


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