Días de amor y de engaños (fragmento)Alicia Giménez Bartlett
Días de amor y de engaños (fragmento)

"En la iglesia sólo había una vieja que barría el suelo junto al altar mayor. Sobre ella caía la única luz potente del recinto, el resto estaba en penumbra. Se sentó en un banco de la última fila. Oía el ruido de la escoba rascando sobre las losas de piedra. Citarse en una iglesia resultaba un tanto blasfemo. Ella no tenía fe religiosa. ¿La había tenido alguna vez? Ni siquiera estaba segura. Ahora se percataba de que existían muchas cosas sobre las que no había pensado. Había pasado su vida afanándose en los problemas inmediatos: sus hijos, las clases en la universidad, su marido... Y de repente surgían muchas preguntas nuevas a las que debía responder. ¿Estaba asustada, se sentía culpable? Alguna vez había llegado a creer que la infidelidad la hubiera hecho sentir como una especie de asesina tras cometer su delito. Pero no era así. No sentía culpa; al contrario, veía las cosas con una claridad que nunca antes había experimentado. Su vida anterior había transcurrido dentro de un cubículo cómodo, organizado férreamente con las reglas de otros. Pero eso también podía ser considerado como vivir en una prisión. Sonrió ante sus meditaciones, ¿estaba haciendo una pequeña revolución personal? No, simplemente se había enamorado, y debía hacer un esfuerzo por dejar de considerar esa circunstancia como una fatalidad cercana a lo terrible. Sentir amor era magnífico, ¿a qué negarlo? Desde hacía unos días había perdido el apetito y se despertaba todos los días de madrugada. En principio podía parecer algo desagradable e incluso morboso, pero la sensación de alerta y vitalidad que llevaban consigo aquellas mínimas privaciones arrasaba todo lo demás. Estaba feliz. De pronto se dio cuenta de que era casi la hora y Santiago aún no había llegado; pero no temió nada. La única certidumbre con la que contaba era que aquel hombre la quería. Un hombre del que lo desconocía todo: su pasado, sus gustos, sus circunstancias familiares. Un hombre con el que casi no había hablado. Un hombre con el que no había bailado ni comido en un restaurante. Un hombre guapo de manos fuertes que no la dejaría caer jamás en el vacío. La quería, no era necesario saber nada más. Aquel hombre había hecho desaparecer de su mente y su corazón años de convivencia con Ramón, de gestos amorosos entre ellos, de complicidad e intereses comunes. Todo. Como si no hubiera existido nunca, como si empezara a vivir de nuevo sin dejar nada atrás. Era tan injusto como ineludible, era así. Como todo el mundo, había oído y leído sobre la pasión, pero siempre le pareció algo que no iba con ella. Se describía como un sentimiento arrasador, fuerte, profundo, nefasto, en contra del cual es preciso estar prevenido, especialmente las mujeres, porque todo lo devora y al cabo de un tiempo desaparece, dejando sólo dolor. "


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