El cisne de Lohengrin (fragmento)Miguel Echegaray
El cisne de Lohengrin (fragmento)

"MANOLITO.- ¡Muchas gracias, señores!
EL TÍO PEDRO.- ¡Ya le tenemos aquí!
TODOS.- ¡Olé, Manolito!
EL TÍO PEDRO.- Habla, ¿qué has hecho?
MANOLITO.- Esperad un poco, que vengo muy cansado. Al trote dos leguas. Acabo de apearme del burro del tío Lucas. ¿Preguntarme a mí qué he hecho? ¡Todo! ¡Si no hay actividad como la mía! ¡Si aquí no puede haber más secretario que yo, y me ha echado ese tío! ¡Venganza!
CIPRIANO.- ¡Cuenta, hombre, cuenta!
MANOLITO.- Llegué a Madrid, me fui al café de Levante y en media hora la cuadrilla lista. El Mosca chico, el Perdigón chico, el Vencejo chico y el Chiquilín chico, todos muy buenos chicos y con ganas de lucirse, y que me dijeron que van a quitar aquí muchas moñas. Tuve que gastarle a usted unos cuartos, porque casi todos tenían el traje de luces a la sombra, y uno había empeñado hasta las zapatillas.
EL TÍO PEDRO.- ¿Y la compañía para el teatro?
MANOLITO.- Eso ha sido coser y cantar. Me planté en la calle de Sevilla y esperé; se me acercó uno y me dijo: «Caballero, dos meses sin contrata». ¡Para el coro de caballeros! Corrió la voz y, a los diez minutos, podía haber abierto el Teatro Real. El coro de caballeros me proporcionó el de señoras; la madre de uno, la esposa del otro, la hija del otro, el arreglo del otro y... arreglado. ¡Pero qué relaciones tan extrañas entre esos artistas! ¿Quién dirán ustedes que es la característica? La abuela del primer espada. ¿Y el apuntador? El marido de la tiple. Ni se ven ni se oyen, están separados amistosamente, pero no tiene inconveniente en apuntarla.
EL TÍO PEDRO.- Y de la tiple, ¿qué?
MANOLITO.- De la tiple, ¡too!
EL TÍO PEDRO.- ¿Tiple ligera?
MANOLITO.- De lo más ligerito que me he encontrado.
EL TÍO PEDRO.- ¡Cuenta, cuenta!
TODOS.- Sí, sí. ¿Qué hay de la tiple?
MANOLITO.- Me llevó un amigo a su casa. ¡Qué casa! Alfombra hasta en el portal y un olor desde la antesala, ¡un olor mareante! Salió una doncellita con un delantal blanco como la nieve y un olor... Allí huele todo a gloria, y uno piensa en seguida, ¡mejor sabrá! Nos recibió en su camarín. ¡Estaba hermosísima!, con una bata color de rosa toda de encaje. Encajes por aquí, encajes por allá, todo transparente. ¡Cómo estaba aquella mujer! ¡Qué ligera, ay, qué ligera! "



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