Gritos en la llovizna (fragmento) Yu Hua
Gritos en la llovizna (fragmento)

"Era asombroso el respeto que manifestaba mi abuelo en sus tiempos. De hecho, era su manera de expresar, inconscientemente, su gratitud hacia el destino. Mi abuela había sido una joven criada con mimo. A los dieciséis años, sentada en un palanquín y calzando diminutos zapatos bordados, se había casado con un hombre. Pero, dos años después, había sido obligada a dejar la gran mansión de su esposo y, muerta de sueño, se fue con un pelagatos, mi abuelo, más pobre que una rata, que la llevó al erial que era Nanmen. El linaje deslumbrante de mi abuela hizo sombra a Sun Youyuan toda su vida.
Esa mujer, que murió cuando yo tenía tres años, siempre mantuvo unos hábitos poco acordes con nuestro entorno familiar de aquella época, demostrando así que la vida opulenta que había llevado otrora no había desaparecido por completo. En el frío gélido del invierno, en casa se encendía el brasero a pesar de nuestra pobreza, y mi abuela se pasaba el día junto a éste, con los ojos entornados, como si no tuviera nada que hacer. Durante toda su vida, tomó un baño de pies bien caliente antes de irse a dormir. Sus pies diminutos y deformes adquirían gradualmente en el agua un color rosado, esa imagen quedó para siempre grabada en mi memoria. Eran pies que jamás se habían metido en un arrozal, aunque había pasado más de treinta años durmiendo con un campesino. Esos vicios de aristócrata indolente lograron mantenerse a flote durante décadas sin encontrar obstáculo alguno. Mi abuelo, tan irascible a los ojos de mi padre, a los míos era un hombre que se quedaba humildemente esperando con los brazos caídos, junto a la jofaina en que mi abuela se daba su baño de pies.
Una mañana de invierno, mi abuela no se despertó a la hora de levantarse. Su muerte, sobrevenida sin el menor indicio, dejó a mi abuelo aturdido de dolor. Cuando se encontraba con alguien del pueblo, esbozaba una sonrisa medrosa, como si en casa hubiera sucedido algo escandaloso en lugar del fallecimiento de su esposa.
Me parece que presencié la siguiente escena: mi abuelo Sun Youyuan de pie, en medio de la ventisca, con una chaqueta guateada, de un negro lustroso de puro sucio, sin botones, atada con un cordel de esparto. Debajo no llevaba nada, y su pecho quedaba al descubierto en el gélido frío invernal. El anciano encorvado, con las manos metidas en las mangas, dejaba que los copos cayeran sobre su pecho y se derritieran al contacto con su piel. En su rostro sonriente, sus ojos enrojecieron y las lágrimas le rodaron por las mejillas. "



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