El coloquio de las damas (fragmento)Pietro Aretino
El coloquio de las damas (fragmento)

"Porque asomándome yo a mi ventana, y pasando ellos, aunque no hubiese necesidad de lo que llevaban lo compraba y hacía a los galanes que conmigo estaban que la pagasen, haciéndoles dar más del valor de la cosa, por tenerlos contentos y obligados. De manera que ninguno podía entrar en mi casa que por lo menos no le costase un real, ó medio, ó un cuarto, en fin, lo que había de costar. De más de esto, estando con cuatro ó cinco enamorados, venía mi moza de comprar alguna cosa, y como ella estaba impuesta en lo que había de hacer, entraba diciendo: «Señora, no traigo nada porque el dinero que llevé no bastó para lo que había de comprar». Decía yo, malaventurada, faltárate por allá quien te lo diera? «¿Y cuánto te falta, veamos?». Respondía un negro real; me llegaba a hacer caricias al más cercano y le decía: «¿No hay aquí algún hidalgo que me preste un real?». Se tenía por menos que el otro el que era postrero en dármelo, y hartas veces cogía cuatro ó cinco (de cada uno el suyo) y desta manera traía mi moza cada día las manos llenas a mi madre de lino y de lienzo, y otras cosas que de aquellos benditos dineros se compraban. Y unos daban el lino, y otros pagaban la hilanza; tampoco faltaba quien diese para la tejedura. Yéndose aquellos y viniendo otros (como suelen) cuatro ó cinco juntos, hacía decir que estaba ocupada y no abría sino a uno solo, con el cual tenía manera con gentil entretenimiento, que el mesmo día me enviaba fresada ó colcha, seda de labrar ó sillas de caderas, ó otra cosa buena que él tuviese, por lo cual yo le prometía en pago que viniese a dormir conmigo; él enviaba una cena copiosísima, y venido a la noche a gozar della le mandaba decir que diese una vuelta; él íbase y tornaba y decíanle lo mesmo, que no estaba aún desocupada, que diese otra vueltezuela, y habiéndole dicho que volviese dos veces, vino a la tercera, y no le respondieron, por lo cual comenzaba a bramar y hacer fieros, diciéndome de puta, puerca y renegaba del intemerado Jason si no se lo pagaba. Yo riéndome cenaba con otro lo que él había traído, y aún decía oyéndolo ladrar: «Ahí estarás bramón, que a mí poco se me da». "


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