El ingenioso señor Stone (fragmento)Robert Player
El ingenioso señor Stone (fragmento)

"Lo que más me atraía de Coquet Hall era la pesca de la trucha y el escenario de las Baladas de Border. Cada año, durante mi ausencia, Juana visitaba a unos viejos amigos en el Sur. Solía decir que era altamente saludable para los dos mantenernos separados durante dos meses en el verano. Tal vez estuviera en lo cierto.
En medio de esta plácida existencia la tragedia de Langdon-Miles cayó con la fuerza perturbadora de una piedra arrojada en un sereno lago. En el dilatado ejercicio de mi profesión jamás me tocó actuar en un crimen tan espectacular. Siendo estudiante de derecho asistí a la condena de Crippen; los anales de nuestra firma registran que, allá por el año 80, el viejo Maxwell tuvo que intervenir en un asunto relacionado con un asalto a mano armada en extremo desagradable; en mis tiempos se produjo un caso lamentable de infanticidio en una finca aislada del poblado. A esto se reducía mi experiencia, de suerte que el verme mezclado personal y estrechamente en un caso de asesinato era para mí una experiencia totalmente nueva. Por supuesto, Juana se enfadó conmigo; sostuvo que debí partir de Coquet Hall en cuanto advertí que el asunto se ponía feo. Muy fácil de decir, pero bastante difícil en la práctica. ¿Adónde hubiera podido ir? Nuestra casa quedaba cerrada durante el verano, y haberme trasladado a un hotel cualquiera hubiera resultado muy caro. En mi calidad de presidente de la Sociedad Fundadora de Coquet Hall yo tenía un convenio muy ventajoso con la señora de Soutar, cuya tarifa para los demás huéspedes era terriblemente crecida. Cierto es que de haberme ido me hubiera evitado muchos sinsabores e inquietudes, pero me alegro de no haberlo hecho porque la señora de Soutar se sintió más tranquila al tener un amigo en quien apoyarse durante aquellos días de prueba. Y ahora, al cabo de diez años del suceso, recurre a mí para que dé publicidad a este relato.
Resultaba muy fácil para Juana emitir sus categóricas opiniones contemplando el caso a distancia. Pero la cosa hubiera variado de hallarse en Coquet Hall; me consta que su insaciable curiosidad le hubiera impedido apartarse de allí. Como buen observador del género humano, no pude menos de advertir que aunque todos en Coquet Hall expresaban ostensiblemente su disgusto por verse envueltos en el escandaloso acontecimiento, ni uno solo arregló sus maletas para irse, cosa evidentemente fácil. Presumo que el misterio los atraía y el horror los fascinaba. Hasta la misma señorita Bunting, que estaba a punto de emprender un viaje de recreo, devolvió sus pasajes con un pretexto fútil y se quedó otro mes en Coquet Hall, sin dejar por esto de expresar constantemente su descontento por hallarse «envuelta en tan desagradable suceso». ¡Si el asesinato y la intriga siniestra podían parecer grotescos en la bulliciosa y luminosa existencia del Easton Knoyle, en el apacible Coquet Hall, bajo los auspicios de una persona que inspiraba tanta confianza como la silenciosa señora de Soutar, parecía imposible! Sin embargo, pensándolo bien, no estoy muy convencido de haberme sentido siempre cómodo y seguro en Coquet Hall. No obstante, año tras año fui a este extraño hotel sin sentirme defraudado por la pesca de la trucha y sin que me fallara el romanticismo de su campiña. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com